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martes, 24 de mayo de 2011

Las primeras

La noche había transcurrido calurosa como es preceptivo en el mes de agosto, a consecuencia de esto me había despertado un par de veces, y noté como tenía el pene erecto, algo por otra parte normal a mis quince años.

Me había masturbado un par de veces esa noche, algo habitual en mi, y había vuelto a quedarme dormido casi inmediatamente.

Por la mañana cuando mi tía vino a despertarme, se notaba ese olor acre propio de las corridas que queda impregnado en el cuerpo.

—Ufff, cómo huele a humanidad aquí dentro, —dijo mi tía cuando corrió las cortinas y abrió la ventana para ventilar la habitación.

Yo no dije nada, pero bien de más sabía a lo que olía allí dentro.

Eran las nueve de la mañana, y empezaba otro día de estudio. Había suspendido el inglés, y mi prima me estaba dando clases intensivas, mientras mis padres habían vuelto a Valencia a trabajar. Yo estaba en casa de mis tíos en Albacete estudiando como nunca en mi vida, ya que mi prima, que estaba preparando oposiciones, era una maestra muy estricta. Necesita aprobar esa asignatura si quería pasar de curso.

Me dirigí al baño, allí oriné viendo como tenía el prepucio llenó de restos blancuzcos, con un papel y un poco de saliva los eliminé quedando la cabeza de mi polla roja y limpia, notando como se me ponía medio morcillona.

—Dani, venga a desayunar—, oí como me llamaba mi tía desde la cocina, impidiendo que pudiera darme satisfacción una vez más. Desde que había descubierto los placeres del onanismo, era un no parar. Tres y cuatro manolas diarias, cuando iba a cagar, en la ducha, en la cama, y en definitiva, en cualquier lugar que pudiera lograr un poco de intimidad y tiempo para mis propósitos.

Terminé de lavarme la cara y las manos y me dirigí a la cocina, donde ya estaba desayunado mi prima Lorena. Esta era delgada, demasiado para mi gusto, con la cara algo demacrada que hacía que se notasen mucho los pómulos, lo cual era, según mi tía, por fumar. Tenía el pelo lacio y lo llevaba teñido, ya que le habían salido canas de una manera precoz. Debido a su delgadez se le había desarrollado poco el pecho, y apenas se notaban un par de bultitos en el camisón que llevaba puesto, aunque era algo más ancha de caderas, como casi todas las mujeres por parte de mi madre, no es que tuviera un buen culo. En definitiva no es que fuera una tía buena, ni siquiera era guapa, sobre todo cuando se acaba de levantar.

A pesar de la revolución hormonal que estaba experimentando, y que hasta una escoba con faldas me ponía berraco, mi prima no me excitaba, y no era porque fuera mi prima, porque su hermana Lidia, uff, con la prima Lidia... . Con un cuerpo, que por lo menos para mí, quitaba el sentido. Con unas tetas de escándalo y un culo magnífico, —como para forrar pelotas— como decía mi amigo Sergio, aunque para mi desgracia ella ya se había independizado y no vivía allí, y solo venía el mes de Julio desde Palma de Mallorca, donde trabajaba.

—Buenos días, ¿qué tal has dormido? —preguntó mi prima, que aunque no fuera guapa si era muy simpática y amable, ¿qué remedio le quedaba?, y a mí me caía estupendamente, mejor que la buenorra de su hermana que se lo tenía muy creído.

—Bien —contesté al tiempo que bostezaba, y es que me jodía sobremanera el tener que madrugar en verano, pero ¿qué remedio?.

Desayunamos y mi prima echó el primer cigarrito del día, con la cantinela de todas las mañas por parte de su madre: —Ya está con el cigarro en la boca.

Mi prima me lanzó una sonrisa, mostrando los dientes amarillentos debido a la nicotina y la cafeína, y yo se la devolví como hacía todas las mañanas.

Mientras mi prima terminaba de fumar, me iba al comedor a ver la tele un rato.

—Dani— me llamó mi prima, —ven a ayudarme a hacer la cama.

—Voy— dije, ocultando mi fastidio. En mi casa yo no hacía ni el huevo y aquí tenía que poner y quitar la mesa y para colmo ayudar a hacer la cama. Pero bueno estaba invitado y no podía quejarme mucho.

Lorena ya había quitado las sábanas y separado la cama de la pared, a la que estaba pegada por uno de sus lados. En el pasillo que quedaba entre la cama y la pared me situé yo apoyándome cansinamente en la pared esperando a que ella me tirara la sábana para colocarla.

Rápidamente coloqué la sábana metiéndola entre el colchón y somier y alisé mi parte de la cama, y me incorporé, y allí, ante mis ojos, por primera vez pude contemplar unas tetas de carne y hueso.

Mi prima estaba inclinada hacía delante, colocando la sábana y diciéndome no se qué, y el ancho cuello del camisón dejaba al descubierto el tesoro que ocultaba. No es que fueran gran cosa, eran más bien pequeñas, con una forma puntiaguda, similar al de muchas actrices porno de tercer nivel, con un pezones marrón oscuro y bastante grandes en comparación con el tamaño del pecho, pero eran unas tetas de verdad, en tres dimensiones y no constreñidas al papel cuché de una revista o las 635 líneas de un televisor.

Me quedé mudo, y quieto sin poder apartar los ojos de aquella maravilla, notando como mi polla empezaba a endurecerse como si tuviera vida propia, y me estuviera agradeciendo que no apartara los ojos, ¡cómo si hubiese podido apartarlos!, mis ojos eran totalmente autónomos, mi cerebro ocupaba todos sus recursos en asimilar y memorizar aquellas dos primeras tetas que se me mostraban, y no podía perder el tiempo en ordenar al resto de mi cuerpo que fuera más discreto.

Fueron unos segundos, dudo que llegara al medio minuto hasta que mi prima alzó los ojos y se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Como un rayo recompuso el camisón privándome de aquella primorosa visión que acababa de tener.

Por fin mi cerebro mandó las órdenes oportunas a mis ojos e inmediatamente los aparté, no sin antes percatarme de que Lorena se había puesto colorada por lo que acababa de ocurrir. Mi polla sin embargo permanecía totalmente empalmada, dura como el acero y notaba como le era bombeada sangre mediante rítmicas pulsaciones.

Estoy seguro de que Lorena se percató de ello, pues era imposible que no lo notase, pero no dijo nada y seguimos haciendo la cama en silencio pero ya no hubo ocasión de volver a disfrutar de aquella visión, pues ella tuvo buen cuidado de evitar que se le abriera el camisón.

Cuando terminamos de hacer la cama, ella se fue a su cuarto a cambiarse y yo me dirigí al baño a hacerme la paja más gloriosa hasta entonces.

La polla saltó en cuanta me bajé el calzoncillo que ya estaba manchado por los primeros restos de semen. Estaba dura y enorme, nunca la había visto de aquella manera. Notaba los huevos, como me colgaban debajo del badajo, calientes y llenos de lefa que pedía a gritos que la dejara salir.

Me agarré la polla con la mano derecha cerré la mano a su alrededor y sin más preámbulos comencé a machacármela, allí mismo de pie delante del espejo que había encima del lavabo. Veía como cada vez que echaba para atrás el pellejo que cubría mi capullo, esta asomaba hinchado, rojo y brillante, a punto de estallar. No podía apartar de mi pensamiento la visión de hacía escasos segundos, aquellas tetas, que no serían las mejores que vería a lo largo de mi vida, pero si fueron las primeras, y en aquel momento no había nada mejor en el mundo.

Con la mano izquierda me agarraba al lavabo, estoy seguro de que si no lo hubiese hecho mis piernas no podrían haberme sostenido cuando, después de escasos segundos, noté como los huevos se hinchaban, un escalofrío recorría mi cuerpo, y como una cantidad de semen, que no había creído capaz de almacenar en mi cuerpo, fue expulsado contra la loza del lavabo, los azulejos y el espejo. Cuatro, cinco, seis, perdí la cuenta de los espasmos que mi polla sufrió antes de que dejara de arrojar semen por su ojo.

Al abrir los ojos casi no reconocí lo que veía en el espejo. Una cara colorada por el esfuerzo, perlada de sudor, donde se podía apreciar claramente como la vena de la sien latía descontrolada, mientras la sangre volvía a repartirse por todo mi cuerpo, haciendo que la dura barra de carne de hacía unos segundos, volviera a su estado de flacidez, esperando una nueva oportunidad de darme satisfacción.

Limpié todo bien, recogiendo todos los restos de semen con papel higiénico, y lo arrojé al water. Pensé por un instante en conservar esa corrida, como prueba de que aquello había pasado, pero eso era una tontería.

El día transcurrió con cierta tensión, yo no era capaz de concentrarme en mis estudios, no dejaba de mirar de reojo las tetas de mi prima, pero era imposible que se viera nada, se había puesto una camiseta negra de AC/DC, y n se transparentaba ni el sujetador. Además tenía continuas erecciones que no podía aliviar, notando como el capullo de mi polla rozaba el calzoncillo.

Por su parte mi prima trató de dar la clase con normalidad tratando de evitar por todos los medios que nuestras miradas se cruzasen como si se sintiera culpable de lo que había ocurrido.

En el descanso que hacíamos, aproveche para encerrarme en el baño y hacerme una nueva paja. No fue tan impresionante como la de por la mañana, pero fue también una corrida abundante. No podía sacar los pechos de mi prima de la cabeza, era cerrar los ojos, y allí estaba ella, inclinada sobre la cama con el camisón abierto y mostrándome sus tetas. No tardé mucho en tener la polla como una barra de hierro, aunque, a mi entender, no alcanzó el tamaño que antes.

Con los ojos cerrados, sentado en el water, pensando en los pechos de mi prima, me la casqué, fue una paja más calmada que la primera, y por tanto más placentera. Fueron unos cinco minutos antes de notar como la leche se agolpaba en mis huevos y pugnaba por salir. Me corrí contra la loza del inodoro, aguantando el gemido que quería escapa de mi garganta por el placer que estaba experimentando. El semen escurrió lentamente por el inodoro hasta el fondo, mezclándose con el agua que allí aguardaba, mientras que mi mano se movía lentamente alrededor de mi polla exprimiendo las últimas gotas de lefa rezagadas. La polla iba perdiendo poco a poco todo su vigor hasta volver al estado de reposo.

Lo cierto es que tenía la polla dolorida. Dos pajas por la noche y no era ni medio día y ya llevaba otras dos, y sabía que hoy habría alguna mas, era inevitable. Con delicadeza, me limpié le capullo y el prepucio de los restos blancuzcos que quedaban allí, notando lo sensible que estaba esta parte de mi cuerpo.

Tiré de la cadena y aquella corrida, desapareció arrastrada por la gran tromba de agua que le fue arrojada. Me subí el calzoncillo colocando mi pene de manera que no me molestase mucho hasta que se pasara la irritación propia de aquellos menesteres, lo mimo hice con mis bermudas, y me lavé las manos y salí satisfecho del cuarto de baño y me dirigí a continuar como mi sesión de inglés.

Antes de comer cayó otra, cada vez me costaba más, y eyaculaba menos cantidad, no le daba tiempo a mis huevos a producir semen al ritmo que era expulsado. Sin embargo durante la siesta me la casqué nuevamente, unas escasas gotas fue el resultado de esta última paja. Estaba agotado, me sentía flojo y deseaba quedarme acostado más tiempo, pero mi prima no opinaba lo mismo y seguí con los estudios. Fue un día agotador. Antes de cenar me la meneé nuevamente, siempre con la misma imagen en mi mente, las pequeñas tetas de mi prima.

Esa noche me fui a acostar más temprano que nunca, estaba reventado de hacerme pajas y necesitaba una noche de descanso reparador, aunque de sobra sabía que mi polla me pediría guerra, y yo se la daría obviando el escozor y el dolor que empezaba a sentir ya en la polla.

Conforme pasaron los días la situación se fue normalizando pasando a hacerme mis tres ó cuatro pajas diarias, y volviendo a imaginarme a aquellas chicas neumáticas de las revistas, pasando las mediocres tetas de mi prima a un segundo plano. Además me libré de volver a hacer la a cama, mi prima no me volvió a reclamar ayuda para hacerla, a pesar de que ya no la volví a ver en camisón en todo el verano. Yo aprobé el inglés y pasé de curso, mis padres tan contentos, me compraron una moto con la que estoy seguro de que me ayudará a volver a ver tetas y quizás algo más. Sin embargo las primeras fueron las de mi prima y eso, nunca lo olvidaré.

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