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viernes, 19 de noviembre de 2010

CON MANO AMIGA

Yo al igual que tu soy de México del D.F. y muy adicto a la masturbación, creo que es en los momentos que he tenido los orgasmos mas intensos, que incluso cuando he estado con alguna chava, y atraves de este grupo en una ocasion contacte un compa que tambien le late este rollo de la masturbación y nos llegamos a reunir en alguna ocasion para hablar sobre temas relacionados con la masturbación y sobre todo la masturbacion en grupo.

En otra ocasion nos volvimos a reunir ya con mas calma y decidimos que por que no compartiamos una sesion de maturbacion juntos lo cual fue algo muy placentero, pues compartimos experiencias, formas de masturbacion, tecnicas, etc., todo mientras nos masturbabamos, en esa ocasión nos reunimos en la sala de mi casa y pusimos una pelicula porno para ambientar quitar un poco el stress pues tanto el como yo estabamos muy nerviosos pues nunca habiamos compartido la masturbacion con alguien mas y que al mismo tiempo lo tomaramos como algo tan natural como ir a comer con un amigo, total que nos desvestimos nos relajamos platicamos de muchos temas entre ellos de la masturbacion, de como nos gusta masturbarnos, etc, nos sentamos en unas sillas de plastico esas que son de jardin que no pesan y nos sentamos de frente al televisor masturbandonos mientras veiamos la película nos observabamos como nos masturbabamos, es interesante poder ver como cada persona tiene su forma de masturbarse ya sea en técnica o en la intensidad de sus masturbación, si con lubricante o en seco, mientras estabamos asi me comento, que tenia una inquietud en ver que se sentiria en realizar una masturbacion mutua, y que si no tenia ningun inconveniente en que la practicaramos, yo le respondi que habia visto algunos videos en el grupo en donde practicaban este tipo de masturbación y que tambien me gustaria ver que tendria esto de especial,asi que decidimos poner las sillas de plastico de juntas del costado pero en sentido contrario una con respecto a la otra, de tal forma que estamos pegados su brazo derecho con mi brazo derecho viendonos de frente completamente relajados cada quien en su silla viendo la pelicula y con esta posicion teniamos acceso con nuestra mano derecha al pene del otro compa, usamos un poco de lubricante para masturbarnos y asi con la mano bien lubricada empezamos cada quien a masturbar el pene del otro mientras platicabamos de cualquier tema, y al mismo tiempo veiamos la pelicula.

Asi duramos un buen rato masturbando cada quien el pene del otro, siempre avisandonos cuando estabamos a punto de venirnos para poder parar todo movimiento en el pene de la persona que esta apunto de venirse y evitar que ayaculara, de esta forma logramos prolongar la sensacion de excitacion y experimentamos varios pequeños orgamos pero intensos, de tal forma que sentiamos como si nos estuvieramos viniendo, pero en realidad todavia no derramabamos nuestro semen, lo interesante y exitante de esto es que cada quien llevaba el control de la excitación de la otra persona y el control de evitar que este eyaculara, lo cual es algo super excitante pues no es lo mismo que otra persona te masturbe y no sepas si lo va hacer rápido, o lento, o la derecha o a la izquierda, hacia arriba o abajo o si solamente en la punta o sobre todo el pene, etc, tu no llevas el control de la masturbación, total que asi estuvimo por aproximadamente 45 minutos llegando en muchas ocasione al punto de casi eyacular pero siempre cuidando de no llegar al punto sin retorno, evitando en todo momento que la otra persona eyaculara pero al mismo tiempo llevandonos a un grado de excitacion maximo, en el cual podiamos ver como nuestros cuerpos temblaban de los espamos que producian en nosotros esos pequeños orgasmos, esto era una sensación en la cual queriamos que no terminara para seguir disfrutando de tantos orgasmos seguidos, pero finalmente llego el momento en que ya no pudimos seguir prolongando esta excitación y nos dimos el placer de dejar que la otra persona disfrutara de su eyaculación, la cual fue intensa y abundante, nunca lo habia experimentado de esta forma ni habia sentido tanto placer.

Lo bueno de todo esto, es que desde un principio quedamos muy claros en que solamente nos interesaba masturbarnos, y que no nos interesaba tener sexo, pues no es lo que buscabamos, solamente el experimentar una sesion de masturbacion entre hombres heteros y 100 % varoniles,sin rollos raros, etc.

Esta forma de masturbacion mutua nos a gustado tanto que de vez en cuando cuando nuestros tiempos y compromisos nos lo permiten nos hablamos para reunirnos y relajarnos de esta forma mutua sin prisas y siempre con respeto a la otra persona.

La verdad si tienes oportunidad y puedes contactar a alguien que disfrute de este tipo de masturbacion mutua, te recomiendo que lo experimentes,es algo tan excitante que no te lo podria explicar con palabras.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Paja con público

Quiero compartir con ustedes esto que me sucedió en mi propia casa. Tengo que decirles que vivo solo, mi sala es un poco pequeña y tiene un ventanal que da precisamente a la senda o pasaje en el que vivo. Generalmente cuando llego del trabajo abro las ventanas para ventilar un poco y tengo unas cortinas que creí ocultaban todo lo que adentro pasa, precisamente de eso se trata mi relato:

Ese día llegué con mucho calor del trabajo y decidí bañarme y andar en toalla por toda mi sala, encendí el ventilador y era riquísimo estar así, con todo mi cuerpo recibiendo esa brisa, por lo que me empecé a calentar recordando uno de los buenos relatos que tienen ustedes escritos y me comencé a tocar el cuerpo: comencé por mis brazos que creo tenerlos muy definidos y seguí con mis piernas me acariciaba cada parte de ellas, cada músculo, cada parte de mis muslos y seguí arañando un poco toda mi pierna hasta llegar a mi entrepierna donde no tengo muchos vellos, como están en pleno crecimiento (me los afeito) el roce de mis manos en mis pelotas me hizo estremecerme y pensar solo en lo que sería una paja ahora. Recorrí mis pelotas en todo su tamaño con mis dedos, les hacia círculos con mis uñas y me acariciaba solo con las yemas la unión entre los dos huevos hasta bajar hacia el punto donde comenzaban, me los halaba y me los estiraba de tal manera que me quedaban casi ahogados entre mis manos, los tomaba con los dedos y les hacía un anillo con ellos, me mojaba las yemas y comenzaba otra vez a acariciarme pero la sensación era tan buena que no me daba cuenta lo que pasaba a mi alrededor. Seguí un poco mas en esta forma hasta que decidí darle paso a mi polla que estaba goteando de placer, me la toqué y la puse entre dos dedos haciendo presión hacia arriba y abajo, luego que me la tocaba toda con la mano, que me acariciaba solo con un dedo, esto me agradaba mas pues me gusta mojarme las yemas y pasarlas por el estribillo que une el glande con el resto, esto era en realidad excitante, si se detiene un momento y se le da unos masajes con las yemas de los dedos es realmente rico.

En eso estaba: me mojaba los dedos a cada momento y saboreaba mi liquido que se salía por la excitación, era en realidad tan placentero lo que ocurría que no me di cuenta que una parte de la cortina que estaba en la ventana estaba algo corrida y sentía un par de ojos que me observaban. Creí que eran ideas mías pero miré hacia allá y no vi nada. Seguí en mi acto personal y ya comenzaba a sentir ganas de correrme pero me dejaba de tocar en el mismo momento que sentía eso, mientras me masturbaba lentamente solo con dos dedos, me acariciaba mi estomago y mis pechos. Soy muy bueno acariciando a los demás imagínense como será conmigo mismo: me tocaba mis pezones tratando de mojármelos, subía mis brazos y besaba y pasaba mi lengua por mis músculos, me besaba hasta donde podía y me pasaba las uñas por mis hombros en señal de excitación.

Siempre sentía ese par de ojos viéndome, volví a ver al lugar de la ventana y me pareció ver una sombra y sin pensarlo dos veces me fui rápidamente hasta la cortina y pude notar que había alguien allí: era un chico que entre las matas que están frente mi ventana se tocaba su pantalón que ya se le veía muy crecido al parecer estaba allí escondido de algo y se dio el gusto de verme en todo lo que hacía. Discretamente me asome por la cortina y él tenia cara de éxtasis, se tocaba su miembro que luchaba por salir. Era de mas o menos unos 16 años, delgado, de buena complexión física y por lo que podía notar bien dotado, no lo había visto por estos lugares así que me detuve a verle y por supuesto a tocarme de nuevo. Cuando me asomé tenía los ojos cerrados tocándose, así que no pudo verme hasta que los abrió me escondí y asomo su cara mas cerca de la ventana para ver donde estaba yo, por supuesto el solo saber que alguien me estaba viendo era tan sabroso para mi que en un descuido me tiré en el sillón y comencé de nuevo a tocarme esta vez con ganas de terminar. Verlo así me había puesto a millón y comencé a jadear con la esperanza de que él me escuchara y mi cuerpo se arqueaba del gusto en solo sentir un par de ojos posarse sobre él, me apreté duro mis pelotas y retardé lo mas que pude mi eyaculación, hasta que un quejido profundo me marcó el inicio de mi venida: primero un fuerte chorro salió que me llegó hasta la cara y luego uno menos fuerte que me lleno mis pechos y abdomen, luego otro de igual magnitud ya que el sentirme observado me llenaba mas las pelotas de leche y quería sacarla toda, uno mas que terminó de llenar mis manos y mis pocos vellos. En eso un quejido que venia de la ventana me excitó más y me la moví con más fuerza esta vez de pie frente a la ventana para dejar salir lo último que contenían mis pelotas y escuché el quejido esta vez mas fuerte y vi una sombra mas cerca de la ventana y parecía convulsionar seguido de otros quejidos. Todo lleno de leche como estaba me acerqué a la ventana para solo ver la sombra rápidamente salir de su lugar. Cuando llegué cerca de la cortina ya no había nadie y pude ver algunas hojas llenas de un liquido blanco, me asomé ya con la cortina algo abierta pude ver que algunas ventanas estaban llenas de mucho semen y mi placer fue completo, tenía ganas de chupar ese liquido pero no lo hice.

Me llenó de satisfacción el haberle otorgado placer a otro aunque lastima que no se quien sea, nunca mas lo he visto por estos lados.

Experiencia real 1

Que tal a todos los amigos pajeros adictos de este grupo, yo les contare una experiencia que tuve en una ocasion en una terminal de autobuses, sucede que viniendo de viaje de vacaciones en una teminal de autobuses me baje del autobus llegando a la terminal e inmediatemente me dirigi a los baños pues ya tenia muchas ganas de orinar, al entrar al baño este se encontraba completamente vacio, asi que me dirigi a los urinales, el cual era como una canaleta que iba de una pared a otra de acero inoxidable, asi que me puse rapido a orinar, como a los 3 minutos entro otra persona tambien a orinar y se puso en el otro extremo del urinal, comenzo a orinar,por lo que no le di importancia, pero despues de unos segundos el tipo se comenzo a ordeñar la verga quitado de la pena no le importo que yo estuviera ahí, y yo volte a verlo y vi que se sacudia duro la verga para venirse, pero el no volteaba a verme como si yo no estuviera ahi.

Al ver esa situación a mi se me empezo a erectar tambien la verga y comence a hacerle segunda tambien me empece a masturbar y aprovechando que estaba solo el baño, despues de unos minutos el tipo se empezo a venir, vi como de su pene le brotaban largos chorros de leche que cain en el urinal, se veian chorros blancos en el fondo del acero inoxidable del urinal vi como se exprimio la verga hasta sacar la ultima gota. En ese momento yo tampoco puede aguantarme mas y tambien me viene , estabamos a escasos metro y medio de distancia, pero nunca volteo a verme, solamente termino de venirse se limpio y se salio como si nada, y al parecer trabajaba ahi en la terminal pues vi que se despidio de maleteros que estaban acomadando las maletas del proximo camión que estaba por salir. Saliendo de la terminal lo segui un rato rumbo a la calle donde uno toma taxis, pero nunca volteo a verme ni nada, yo queria que voltera para poder hacele platica y ver si podia invitarlo posteriormente a que pudieras tener una sesion de masturbacion mutua pero no fue asi el se perdio en la calle y ya no insisti en seguirlo me imagino, que a lo mejor andaba muy caliente en esa ocasion este amigo y solamente queria soltar un poco de tension en el baño y ya. Me hubiera gustado haberlo podido contactar y poder tener un compa de ordeñas mutuas, lo cual es muy dficil en estos dias ya que la mayoria busca sexo y no el disfrute de solamente una buena sesion de masturbacion, pero ni modo sera en otra ocasion.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La criada y el masturbador

¿Creen que los casados no nos masturbamos como los solteros?, Pues se equivocan. Solo que, por los motivos que lo hacemos, por nuestra experiencia sexual, nuestras pajas son bastante mas sofisticadas... A mi me gusta que me miren mientras lo hago. Tengo 46 años, casado, 3 hijos. Mi esposa acaba de cumplir 51años. Hace dos meses cumplimos 21 años de casados. Aun recuerdo cuando mi padre me aconsejaba que no me casara. Que mi esposa seria mayor y me traeria problemas. En aquel momento... como todo joven, no lo entendi y no comprendia que queria decirme.
Debo aclarar que mi esposa es una mujer ejemplar en todo. Trabajadora, honesta, sincera, en fin, todas las cualidades, pero... sexualmente... ahi falla. Para colmo, yo soy todo lo contrario, o mejor dicho, siempre fui lo contrario, si por mi fuera, me lo pasaria cogiendo la mayor cantidad de veces posibles por dia. Me encanta chupar la concha... ah! si! Como me gusta! Ese clitoris bien durito... mmmm chuparlo, lamerlo, acariciarlo, que hermoso! Ya se me pone dura... de solo pensarlo, de solo relatarlo en estas lineas.
Ahora bien, resulta que de todo esto, a mi esposa, no le gusta nada. Hacemos el amor una vez por semana y de forma convencional y mas comun. Y ahi termina todo. Intentamos si, alguna que otra vez cambiar... pero siempre caemos en lo mismo, a ella no le gusta, no le interesa.
Bien, al principio de casados, intente las mil y una formas, pensando que cambiaria, que mas adelante le va a gustar... pero lamentablemente, no resulto. Ya a los 3 o 4 años de casados empece con las benditas pajas, incluso me masturbaba acostado con ella durmiendo al lado. Roncaba y roncaba y yo con mi mano derecha sobre el falo, dale que te dale. Ufff, si me habre pajeado! Con el correr del tiempo, ya me di cuenta que acostarme junto con ella No servia para nada, asi que empece a quedarme levantado por las noches y a pajearme mirando peliculas pornos. Tanto fue asi, que me di cuenta que me encanta pajearme mirando peliculas, y si hago un balance, hasta diria que me gusta mas pajearme que cogerme mi mujer. Una de mis fantasias sexuales fue y es, justamente, pajearnos mutuamente con mi pareja (hoy, sea cualquiera la mujer que este conmigo) mi sueño es pajearme delante de cualquier mujer mientras ella tambien se masturbe.
Ufff...!! De imaginarlo siento un hormigueo en el estomago.
Bueno, todo esto fue a modo de presentacion. Resulta que hace apenas unos 6 meses, mi esposa contrato una joven de 23 años para que ayude en los quehaceres domesticos. Como ya dije al principio, ella realmente trabaja mucho. Su horario de trabajo es de 7 Am a 15 Pm, mi horario es de 9 Am a 13hs y a la tarde no es tan riguroso mi horario. A la joven se le pidio que venga a casa de 8,30 Am a 12,30 hs Bien, asi transcurrio un mes, la empleada, mas bien bajita, pero muy bien de todos lados!.
Una mañana, no escuche cuando ella llego, ya que normalmente entraba lo mas silenciosa posible para no despertarme a mi justamente. Repito, yo no la escuche, pense que no vendria ese dia, me desperte y como siempre, muy caliente, pense, mejor que no haya venido asi me pajeo a gusto, con mi palo duro, asi que, decidi pajearme tranquilamente antes de ir a trabajar. Saque por el costado del calzoncillo mi palito y comence con el sube y baja. Queria acabar rapido ya que tenia que ducharme aun para ir a trabajar. Ya tenia la cabecita bastante hinchada y roja cuando escuche como un suspiro en la puerta del dormitorio. Me quede como paralizado, pensando y en el acto comprendi. Ella habia venido y por lo visto me estaba espiando por la puerta semi abierta. Mire para el frente de la cama que esta el espejo y efectivamente, a traves de el vi que habia una persona, si bien no podia verle la cara, pero si, que habia alguien alli. Al principio senti como verg?enza de ser descubierto, a los 46 todavia pajeandome! Pero al notar que no se retiraba de la puerta, (queria decir que le gustaba lo que estaba viendo) entonces retome la actividad, lentamente y cada vez mas ligero, esa persona seguia parada alli no se iba y eso me calento mas, detuve de golpe todos mis movimientos y jadeos y ahi si pude notar tambien unos jadeos bastantes intensos desde la puerta Hice como que no me di cuenta y ahora si, acelere el ritmo y salto la lechita ajjjjj!! que bello!! Mientras dejaba caer las ultimas gotitas escuche clarito la puerta del dormitorio continuo que se abria. Era ella que se habia ido.
(Supongo que debe haber acabado tambien o sino se debe haber dado despues sola una vez que me fui al trabajo).
Desde ya, anduve todo el dia, con lo vivido en la cabeza. Entonces me dije, planifica la segunda paja para ella.
Espere ansioso que llegara el lunes, y nuevamente sucedio lo del viernes. Ella entro muy despacito (pero esta vez pude escuchar sus pasos muy sigilosamente) y tal cual me lo suponia, se dirigio en el acto a mi dormitorio Yo habia dejado como la vez anterior, apenas abierta la puerta.
Cuando note su presencia entonces comence. Tirando el calzoncillo a un costado de la cama y abriendo bien mis piernas empece con el sube y baja, muy lentamente, observando como la cabecita empezaba cada vez mas roja y cada vez mas grande. Sintiendo cada palpitacion de mi pija, sintiendo como iba cada vez engrosando y endureciendose mas. Mojaba mis dedos con un poco de saliva y esa saliva la depositaba suave sobre el borde del glande para que el sube y baja sea mas placentero. Con mi mano izquierda acariciaba mis bolas, tambien suave, lentamente. Movia mis caderas hacia arriba y abajo como como si realmente estuviera metiendola en una conchita... suave... jugosa y dale y dale. Mi pija largo por si sola una gotitas de flujo de lubricacion natural, ahi, apretando la cabecita bien roja le di unos tironcitos haciendo un anillo con los dedos indice y pulgar formando un aro. Ufffff! Que paja! Que hermoso! y suspendia los movimientos, prolongando ese momento, no queria acabar aun, respiraba cada vez mas fuerte, mas intenso y otra vez, sube y baja y suspender cuando sentia que me venia, con mi mano izquierda me apretaba bien la base casi hasta el dolor para no acabar. Que placer! la cabeza ya era un rojo fuerte casi purpura, parecia que iba reventar, no daba mas, mis caderas seguian subiendo y bajando tambien, junto con la derecha uuuufff! Entre mis gemidos y la cama era un ruido infernal, entonces cuando ya no di mas hable en voz alta, pero como si estuviera solo, Mamita que me vieneeeee...!! y zasssss que acabada... por favor! Me quede unos minutos asi, panza arriba viendo salir el ultimo chorrito de semen y caer sobre mis bolas, mis movimientos de la mano ya eran suaves y entonces recien escuche otra vez la puerta de habitacion de al lado queria decir que mi amiguita no se habia perdido ningun detalle.
Ahora a pasado ser una practica casi normal.
Creo que por lo menos somos 3 las personas bien satisfechas primera mi mujer, ya que desde entonces no la molesto para cojer (tengo una forma de descarga genial). Segundo yo, aunque no he podido lograr mi fantasia y tercera la empleada. Porque estoy seguro que ella tambien se debe echar unas acabadas barbaras.

Experiencia y filosofia masturbatoria

Me llamo Alejandro, tengo 27 años, soy alto, delgado y portador natural de un falo considerable. Debo reconocer que una de mis principales virtudes radica en mi permanente predisposicion a saciar los bajos instintos de mi alma; y hago bien en invocar un poco de espiritualidad a mis palabras, porque no me gustaria caer en el lugar comun de quienes suelen describir sus arrebatos pasionales como si se tratasen de los placeres de la carne. Considero que mis incontrolables sesiones sexuales traspasan la fugacidad de mi piel y mis huesos para acariciarme encantadoramente el alma.
Desde los 11 años me zambullo diariamente en las saladas olas del deleite onanista. Poco a poco, con la practica, fui aprendiendo los secretos de ese arte intemporal. Al principio, ciego en mi infantil ignorancia, tan solo me descargaba en busca de la recompensa orgasmica. (En el segundo acapite de este relato Paja riesgosa se enteraran de que todavia de vez en cuando sigo recurriendo a esa simple manualidad agregandole el efectivo condimento del suspenso). Luego aprendi a disfrutar de cada centimetro de mi ser, a punto tal que me di cuenta de que el mas intenso goce no se limitaba al torrente eyaculatorio; el secreto residia en hacerme realmente el amor a mi mismo sin sentirme esclavo ni de relojes ni de pacatos remordimientos infundados. En mi afan por superarme, hace unos 8 veranos aproximadamente, puse dedos a las obras en torno a la practica de la masturbacion anal. Debo confesar que penetrarme no me dejaba mayor saldo favorable que la calentura morbosa de la desafiante labor. Esos primeros resultados fueron desalentando mis futuros intentos, hasta que hace un par de años (tal vez seducido por la pornografia y la literatura del Marques de Sade) di rienda suelta a la poca lujuria que me quedaba reprimida y me embarque en la cautivante aventura de mi tunel anal, zarpando del puerto de mis impulsos mas zarpados. Desde entonces, me estremezco en cotidianas revolcadas solitarias. Es que si bien adoro satisfacer a mis ardientes amigas con todo lo que tengo, aun ninguna de ellas ha podido darme el incomparable deleite que yo mismo me regalo.
En cuanto a los desconciertos que a todos nos genera nuestra verdadera e individual identidad sexual, creo oportuno compartir con ustedes mi humilde teoria: si cada uno de nosotros somos capaces de entregarnos con gusto al autoerotismo, ?como podriamos suponer que unicamente pueden darnos placer las personas del sexo opuesto? La maravillosa sensacion del goce compartido se basa mas en el hecho de comprobar como el otro disfruta de nuestra compañia, que en la condicion generica de ese amante. Sin lugar a dudas cada cual tiene sus preferencias. A mi, por ejemplo, me gustan las mujeres; pero eso no significa que me niegue a reconocer que asi como soy consciente de que con solo acariciarme me pongo a mil, tambien se que si alguna vez un hombre me toca hasta el fondo, no la voy a pasar nada mal. Al descubrir la masturbacion trasera me di cuenta de que esa impensada felicidad siempre estuvo al alcance de cualquier hombre; incluyendo al que se considere el mas macho de todos. Solo quien se anime a esa practica podra conocer lo que realmente significa tener un deshago sexual intenso... sentir como la ritmica entrada y salida falica nos conduce directamente al trance mas delicioso. Quien se asuste ante los miticos comentarios de los dolores desgarrantes, deberia saber que con una lenta dilatacion y un buen lubricante no se puede sentir molestia alguna. Ahora, si a alguno le gusta sufrir por su aficion sadomasoquista, solo debera taladrar de un empujon su culito virgen con cualquier palo seco... Sobre gustos no hay nada escrito (salvo esto y otras cosas).
En sintesis: dado que tanto mujeres como hombres nacemos con un ano practicamente simetrico, ?por que no darle, sexualmente hablando, la misma utilidad? Es obvio y cierto que no todas las mujeres han experimentado la penetracion anal, pero los comentarios que cuentan son los de quienes si han adquirido experiencia en la materia; y ellas no hacen mas que hablar maravillas sobre la cuestion. Lo mismo sucede con los hombres. Llegando a este punto de mi razonamiento me he preguntado lo siguiente: ?sere bisexual o gay por tener la certeza de que si un hombre me penetrara gozaria mas o tanto como cuando yo mismo me sodomiso? Por lo que tengo entendido, mi respuesta casualmente coincide con la opinion general de psicologos y expertos en sexologia: no importan los actos que uno haga sino el caudal de atraccion que uno sienta. Si te gustan mas las mujeres eres hetero; si te calientan mas los hombres, eres homo. Se entiende que la bisexualidad siempre esta presente. Lo admitamos o no: todos somos bisexuales; aunque sea minimamente. Pero en definitiva los calificativos poco interesan. Lo importante es llegar a tener una vida sexual lo mas satisfactoria posible.
Como habran notado (a pesar de mi caracter tranquilo) llevo fuego en las venas, y me enardece aun mas la idea de ofrecerles a ustedes un par de modalidades que suelo emplear en dichos quehaceres autodidactas. Aqui van. Espero que les agrade:
Corrida Multiorgasmica
Elige un dia en que estes solo en tu casa. Baja todas las persianas, cierra las puertas con llave y pasadores (incluyendo las internas que rodeen tu cuarto), desnudate completamente (quitate hasta el anillo), comienza a hacer poses y gestos sexuales de todo tipo (si tienes un espejo grande para verte, mejor), gime apasionadamente, tumbate en la cama, agarrate la pija con pasion desenfrenada para comenzar luego a meneartela muy lentamente. Acomodate sobre tu costado izquierdo, toma una almohada, pontela entre la raya de tu culito, bien adentro, y comienza a apretar reiteradamente los muslos con toda tu fuerza; aprisiona con tus nalgas la almohada hasta mas no poder. Comienza a hacerlo en forma lenta mientras que rapidamente te acaricias las tetillas. A medida que avances aumentara tu excitacion e iras mas rapido; sentiras en cada contraccion un hermoso orgasmo, el corazon se te acelerara muchisimo, te invadira un sudor caliente, no podras evitar una cadena de gemidos... cuando sientas que tu mastil, a pesar de que mientras tanto no la has tocado, este a punto de explotar, detente y descansa hasta que bajen tus latidos.
Ahora pasate un dedo por la punta de tu sexo. Notaras que tiene algo de liquido seminal. Llevate ese dedo a la boca y veras como tu saliva comienza a hacerse burbujeante y abundante. Comienza a babearte, deja que la saliva chorree, escupela y desparramala con las manos por todo tu cuerpo (especialmente en la zona anal y en tus bolas y pija). Ahora metete uno por uno los dedos de tu mano derecha en el culo, bien despacito. La saliva no basta, tendras que recurrir, por ejemplo, a la vaselina. Poco a poco tu esfinter se dilatara hasta permitirte los cinco al mismo tiempo. Clavate un consolador (no importa si es casero) y empieza con un meta y ponga duradero. Acariciate mientras suavemente la verga. Contrae el culo, cosa de que sientas bien a tu inquieto huesped. Cuando no des mas empieza a pajearte con todo y con el consolador adentro, estirando bien las piernas. Poseido por el placer, gritaras, te saltara la leche extraordinaria y abundantemente y sentiras como diez orgasmos consecutivos. A pesar de semejante descarga, a los pocos minutos sentiras la necesidad de comenzar todo de nuevo y asi sucesivamente hasta que te quedes rendido pero con una relajada sonrisa de oreja a oreja.
Paja Riesgosa
Trata de pajearte en lugares donde corras el riesgo de ser sorprendido: vestidores de tiendas de ropa, cines, teatros, autobuses, depositos, callejones, ascensores, baños publicos (cuando solo haya alguien del otro lado de una de las puertas). Eso si, no vayas a dejar luego el rastro blanquecino de tus orgasmos... Seria de muy mal gusto. Ten siempre a mano papel higienico.
Tambien puedes hacerlo dentro de una casa, oficina o cualquier otro sitio, siempre que tengas un control fiable del lugar por donde andan las demas personas que esten bajo tu mismo techo. Por ejemplo, si sientes que estan charlando en uno de los ambientes ubicados a unos 10 mtros., procede rapido: bajate los pantalones y calzoncillos hasta la rodilla (este aumento del riesgo aumentara tu deseo) y procede a tu gusto (si usas combinaciones de tecnicas, mucho mejor). Acabaras rapidamente pero con un orgasmo muy intenso.
Tambien te recomiendo que de vez en cuando te la casques en publico sin que nadie lo advierta, a traves de uno de tus bolsillos.

Pajas con Ulises

Ulises era un amigo de mi padre, tendría unos cuarenta y tantos años y yo unos dieciséis cuando me sorprendió en el baño de su casa pajeándome. Pero para que ustedes sepan como sucedió eso debo
decir que él tenía dos hijos de mi edad con los cuales yo compartía muchos de mis juegos y salidas.

Era viudo hacía unos tres años, su esposa había fallecido de cáncer de ovarios y él se había dedicado a sus hijos, no le conocimos a ninguna nueva pareja... Ese día como tantos fui a su casa a buscar a sus hijos pero todavía no habían llegado.

Ulises estaba solo y me hizo pasar al dormitorio de ellos para que hiciese tiempo mirando algunas revistas porque él estaba muy ocupado reparando una radio. Empecé a buscar entre los libros de mis amigos y atrás de ellos encontré una revista porno con parejas hetero haciendo las mil una maravillas. Con esa edad quien no se excita viendo esas imágenes, la verga se me puso a mil, por lo que decidí ir al baño para hacerme un paja y calmarme un poco la calentura que me había dado la visión de esas fotos.

Estaba en lo mejor, con la mano apretando la cabeza y tirando del "cuerito" para darme más placer pero al estar tan entretenido con eso no me di cuenta de que abrían la puerta. Era Ulises que venía a orinar y se sorprendió mucho de verme allí haciendo eso, yo quedé rojo de vergüenza con la pija en la mano, empapada y totalmente baja. El se quedó mirándome y yo a él.

-Omar!!! Así no se hace la paja!!!

No atiné a decir nada, quedé duro como una piedra pero lo que antes estaba duro se encongió tanto que casi desapareció de mi cuerpo.
Oímos la puerta de la calle, seguramente eras sus hijos que volvían.

-Después hablaremos de esto. Yo te voy a enseñar como se hace.
Después que me dijo eso, guardé mi pija, salí del baño y supongo que él se habrá puesto a orinar. Me encontré con sus hijos y por supuesto no conté nada del mal momento que había pasado al ser sorprendido por su padre en esa actitud tan vergonzosa.

Como la curiosidad es más fuerte que todo, a los pocos días llamé a Ulises y le pregunté si era cierto que me iba a dar clases. Por supuesto que era cierto, así me lo dijo y me citó para que fuese a su casa al otro día un rato antes de que llegasen sus hijos. Me dio un sermón, diciéndome entre otras cosas que con mi mano podía darme todo el placer que quisiese y que tenía que llevar un ritmo perfecto de correrla sobre mi glande y hacia atrás de modo que cada zona de mi verga debía sentir el placer en toda su superficie.

Con toda esa charla previa mi pija comenzó poco a poco a crecer y crecer dentro de mi slip, hasta que me dolió de lo dura que se me puso. Ulises me salvó a tiempo diciéndome:

-Bueno, si vas tener tu primera lección, empezá sacando la pija y
mostra,me como la agarrás.

La liberé de su encierro, ya con algún rastro de líquido pre seminal, y empecé a acariciarme los huevos, a darme un buen masaje en ellos porque los tenía muy apretados dentro de mi ropa y necesitaban un poco de soltura...

-Por lo que veo sos muy veloz, ya tenés toda la cabeza mojada!!

Me puse muy nervioso, no solamente por las indicaciones de Ulises, sin porque tenía vergüenza de él, era amigo de mi padre, padre de mis amigos y... me atraía un poco pero no podía decírselo a pesar de que estaba de pija dura en su presencia y él mirándomela muy entusiasmado con lo que me iba a enseñar.


-No sólo la pija tenés que manipular, primero pellizcate los pezones y comenzá a gemir bajito como que te está gustando lo que te estás haciendo.

Mis manos dejaron momentáneamente la pija y se fueron a pellizcar la parte indicada por Ulises. A los pocos segundos de pellizcarme mis pezones comenzaron a ponerse duros y mi garganta empezó a gemir por el inusitado e inesperado placer que mi cuerpo estaba recibiendo a través de las terminales nerviosas de mis tetillas. Empecé a gemir como una perra, imaginando un sinfín de cosas y de placeres hasta ese momento desconocidos para mi y que Ulises con sus indicaciones había abierto la puerta para poder penetrar a ese recóndito sitio de mi cerebro donde esos estímulos lo excitaban.

Mi culo comenzó a dilatarse porque luego de chuparme un dedo lo empecé a meter por allí mientras Ulises hacía lo mismo con su culo para que yo viese como se hacía esa delicada forma de llegar a los confines del placer. Y después, cuando ya no podía más, mi mano comenzó a subir y bajar por mi pija, ya casi morada, con ganas de escupir toda la leche rica que atesoraba dentro. Con la otra mano hice un círculo con mis dedos y me pajeé en la cabeza de la verga, muy suavecito...

Hasta que terminé por tener la esperada eyaculación e inundé todo alrededor mío con mi lechecita caliente, deseando que alguien me enculase furiosamente, que me rompiera el culito, que acabase dentro mío para hacerme disfrutar. Al poco rato vi que la mano de Ulises sacudía muy fuertemente su pija y con unas convulsiones muy fuertes acompañadas por unos gemidos de placer, expulsó una gran cantidad de leche.
Cuando todo pasó y recobramos la normalidad me dijo:

-Vení, vamos a lavarnos las manos y las pijas ya que empieza a derretirse la leche y si no la sacamos inmediatamente vamos a quedar todos pegoteados. Realmente estaba fascinado con la paja que me había enseñado a practicar Ulises, pero necesitaba algo más... La próxima vez que fui, Ulises me dijo:

-Ya que viniste te voy a enseñar a hacer el tirabuzón.
Poné la pija entre las palmas de las manos y deslizalas en direcciones opuestas como retorciendo, pero hacélo con suavidad porque te va a doler. Fui muy torpe al querer hacer eso y no pude hacerlo por lo que Ulises trajo un poco de aceite, me la untó con él
y con sus manos una a cada lado de mi verga empezó a hacerme lo
que me había explicado.

Realmente cada vez que retorcía mi verga me daban unas tremendas ganas de expulsar toda mi leche, pero Ulises se daba cuenta de la tensión que estaba soportando mi pija y por esa razón disminuía el torneado aflojando la tensión y la excitación. Un momento después su verga estaba totalmente fuera de sus pantalones chorreando precum en gran cantidad, Ulises tomó mis manos y me dijo:

-Estoy muy excitado y tengo ganas de acabar...hacémelo y demostrame que aprendiste a hacer el tirabuzón.

Tomó mis manos y las guió a su verga, la cual no necesitó de ningún lubricante, como había necesitado la mía porque estaba totalmente empapada y pegajosa por sus fluídos naturales. Como mis manos no daban el ritmo de la paja tirabuzón que él requería para llegar al grado máximo de excitación, apoyó sus manos sobre las mías y las fue guiando hasta que empezó a jadear y de su verga asomó una generosa cantidad de líquido blanquecíno que me pegó en la frente
porque yo me encontraba agachado entre sus piernas. Cuando Ulises se recobró del momento de placer que había disfrutado me vio la frente y exclamó:

-Lo siento! No me di cuenta. Esperá que te limpio.

Mi relación con Ulises cada día se ponía más caliente pero se limitaba solamente a eso: pajas de todas clases. Otro día que fui a su casa me enseñó a hacerme una paja "Exprimidor de limón" pero con la variante que yo sostenía mi pija por el tronco y él con su mano ahuecada me retorcía la cabeza al mismo tiempo que con su otra mano se sostenía el tronco de su verga y yo tímidamente trataba de enroscar el glande con mis dedos.

Solamente pajas y más pajas me enseñó a hacer Ulises en los dos o tres meses que disfrutamos pajeándonos mutuamente pero cuando intenté algo más... explotó y todo terminó entre nosotros. Ahora con los años y la experiencia sospecho que Ulises era un gay no asumido o no salido del armario como les dicen ahora, porque pajearnos mutuamente no lo encontraba mal pero una relación más completa entre dos hombres (en este caso un hombre y un adolescente) lo puso descontrolado.

Sucedió que con la Paja exprimidor de limón nos excitamos mucho pero ninguno de los dos podía tener una eyaculación por lo tanto intenté chupársela y cuando tuve el glande dentro de mi boca me dio un manotón sacándome la boca de su verga.

Luego me insultó terriblemente tratándome de degenerado y un sinfín de cosas más.
Para mi descargo le dije que los dos hacíamos cosas de maricas porque nos tocábamos las pijas y algo más para buscar el orgasmo que nos hiciese gozar plenamente.

No aceptó ningún alegato, solamente dijo que él me estaba enseñando a pajearme sin intenciones de tener una relación homosexual conmigo. Se las dio de macho conmigo y tal vez fuese cierto porque al poco tiempo se casó, jamás los vi con un hombre ni oi ningún comentario sobre él y algún tipo. Lo seguí viendo porque era amigo de mi papá y yo de sus hijos, pero nunca más estuvimos a solas y si lo estábamos él trataba de alejarse o de buscar la forma de eludirme. Ahora Ulises es abuelo y poco se de él...

sábado, 21 de agosto de 2010

Me encanta masturbarme

Gozar. Sentir placer, experimentar suaves y gratas emociones. Una de las formas de gozar es masturbar, practicar la masturbación, estimulación de los órganos genitales o de zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar goce sexual.

Me gusta masturbarme. Miento. Me encanta. Lo hago mucho y con frecuencia. Y lo hago desde hace años. Más de la mitad de mi vida masturbándome casi a diario.

A veces pienso que es como un vicio. Para mí, sentir ese picorcillo placentero es… como darle una calada a un cigarro. Solo que más sano. Nunca me he planteado dejar de hacerlo. Sería como dejar de respirar. Los hombres y las mujeres nacimos con órganos sexuales y hay que utilizarlos. Para eso están. En pareja, sin duda, se les saca un gran partido, pero no solo sirven para eso, ni mucho menos. Si tienes hambre, comes, y no necesitas que sea tu plato favorito. Para mí, masturbarme es casi mi plato favorito. Sin desmerecer a los postres, claro. A veces, fantaseo con un permanente estado de excitación. Mi vida dominada por un placer imperecedero.

Cuando estoy salido, jugar con mi polla da sentido a mi vida. Es algo que va más allá de la razón, es como el amor, algo imposible de explicar. Es una presión en el pecho, un palpitar en el corazón, una inquietud considerable, casi nerviosa, que no te deja dormir, que solo te abandona cuando has superado el orgasmo, cuanto más cansado, mejor. Es la mejor forma de acostarse, sin duda, de conciliar el sueño y caer a pierna suelta, dormir plácidamente hasta el día siguiente.

En otras ocasiones sucede cuando me levanto, y entonces es peor, pues la excitación se mantiene todo el día. Especialmente si no tengo ningún plan y puedo estar en casa, solo o no, pero mejor solo. El aburrimiento se convierte en contraproducente, las zonas erógenas reaccionan a sensaciones que eran antes imperceptibles, la necesidad de desnudarte y liberar tensiones acumuladas, se eleva a la enésima potencia, hasta que el cerebro se colapsa, transido por la feroz necesidad de tocarme, pensando única y exclusivamente en masturbarme, centrados los sentidos en lograr que cada minuto sea más placentero que el anterior, todos los músculos en tensión, de las piernas al torso, el tronco, movimientos automáticos transmitidos de generación en generación, frutos de un aprendizaje inconsciente, perfeccionado día a día, acto a acto, paja a paja, destinado alcanzar un fin tan esperado como indeseado, el fin de un ascenso, el orgasmo. Y como aún es por la mañana, estoy salido, y todo ha sido tan perfecto, intenso, relajante, quedo con una sensación a la par satisfecho e insatisfecho. Todo ha acabado ya y es el momento de descansar, de dormir, de ver el televisor, pues muy pronto todo va a empezar de nuevo, y el cuerpo tiene que estar dispuesto. Aún queda un largo día por delante y el despertar ha sido de ensueño.

La masturbación es un tabú social cimentado en el transcurrir de los tiempos, insondable, enraizado en nosotros tan profundamente como para que sea imposible admitir en público que se practica, y muchos menos a practicarlo públicamente. La realidad es bien distinta. Todos y todas nos masturbamos. Con diferente frecuencia e intensidad, es cierto, ocupando también un lugar más o menos importante o central de nuestras vidas. Pero lo hacemos. Y yo también lo hago.

Tengo altos y bajos. Épocas en las que apenas pienso en ello y épocas en las que ni lo recuerdo. También tengo épocas (más frecuentes) en las que me masturbo casi a diario y épocas, mejor dicho, días, en los que lo hago con absoluta devoción y casi exclusiva dedicación.

En el devenir de mi vida me he masturbado durante horas, días y semanas. Si uniéramos todo el tiempo que he dedicado a ello, saldrían varios meses, no más de seis, no menos de cinco. He mentido, y he aprendido a buscar el momento en que poder estar solo para hacerlo. He pasado noches sin dormir y días enteros descubriendo cosas nuevas, inventado juguetes, recuperando viejas ideas, buscando información, descargando películas, planificando mi vida para estar solo y dar rienda suelta a mi discreta afición, mi hobby, lo único que de verdad me hace sentir realizado y disfrutar de los momentos a priori confusos, aburridos, estresantes. Cualquier momento es bueno para desconectar.

No soy ni me siento un bicho raro. Quien no se masturbe que tire la primera piedra. Quien no sienta el sexo como algo capaz de movilizar personas, de levantar países, de declarar guerras, simplemente, miente. Con más o menos intensidad, todos, absolutamente todos, nos hemos masturbado y hemos hecho el amor, pues estas necesidades residen en la parte más profunda de nuestro cerebro, consciente o inconsciente, donde la utopía se convierte realidad. Yo llamo a un mundo libre, de paz y de libertad, de amor y masturbación, porque ésta te transporta a la única utopía posible: la tuya.

Mi mayor fantasía es la invisibilidad; mi mayor ambición, compartir mi vicio con personas del sexo opuesto. Compartir lo único que casi nadie comparte. Lo más íntimo y secreto. Lo que yo más quiero. Lo que solo yo digo. De hablar de ello.

No solo de porno vive el hombre, pero ayuda con sus pajas a la paz interior. Tengo docenas de horas de porno en mi ordenador. Desde hace años, vacío mis testículos con las mismas imágenes e, insatisfecho, sondeo la red por nuevas sensaciones, utilizando siempre las mismas claves de búsqueda: orgasmo femenino, eyaculación, jovencitas, masturbación… Mi espíritu onanista no se sacia consigo mismo: necesita ver a chicas haciendo lo mismo que yo. Sin testigos, sin tabúes, dándose placer intensamente, con sus dedos o sus juguetes, ensimismadas en su labor y, si es posible, corriéndose con pasión. No es fácil encontrar porno que cumpla con todo esto.

Hoy también me he masturbado. Lo he disfrutado como hacía tiempo que no lo sentía, pues la frecuencia es enemiga de la intensidad, y a veces hay q saber descansar, hacer pausas estratégicas para poder disfrutar de nuevo. Me tumbo en la ducha mientras el agua caliente moja mi cuerpo convirtiéndose en más placer del que puedo soportar, gota a gota, en áreas casi vírgenes de mi cuerpo, vírgenes porque se excitan con facilidad, cada contacto es como si fuera nuevo. Retozándome bajo el agua, enjabonando mi secreto. Respirando con dificultad, cambio de posición buscando la sensación que permita una corrida más intensa, mientras mi cuerpo entero tiembla en convulsiones cada vez más incontroladas. Me he dejado llevar y todo raciocinio es ya fruto del recuerdo. Agotado, de rodillas caigo sobre el suelo buscando la última bocanada de aire que el vapor es capaz de darme. Solo unos segundos después recupero la compostura y, aún con la piel sensible y sin fuerzas con las que sujetarme, termino lo que iba a ser una ducha rápida con objetivo relajante. Vaya si lo ha sido. Vestido de nuevo, salgo de la ducha como si nada hubiera pasado, saludo a mis compañeros, que hablan con unas amigas, y me siento a ver la tele con ellos. Esta noche me acostaré pronto y con la puerta cerrada, daré un último gusto a mi cuerpo.

Así es mi vida. No necesito más sexo pues me facilito el que quiero.

Si puedo, follaré, es obvio. Nada hay más reconfortante que tener la posibilidad clara y real de hacerlo. Yo la tengo, soy afortunado. Pero no soy monoteísta. La masturbación, por sí sola, me sacia; me gusta, me encanta; soy un seguidor fiel y declarado, defensor número uno de la causa; masturbación por la paz para todos.

Para la mayor parte de la sociedad, la masturbación es la oveja negra del sexo. Algo que se practica como último recurso, algo a evitar, digno de superar. No hay clubs de aficionados, no hay peñas de amigos, no hay una industria del cine o de la televisión. Apenas hay webs, relatos, vídeos, fotos… No hay una cultura. Es un mundo misterioso, oculto, íntimo, demasiado íntimo. Nunca se habla de ello.

¿No sería maravilloso masturbarnos mutuamente, mirándonos a los ojos? ¿No sería hermoso tener una ventanita por la que poder disfrutar del placer del otro? ¿No sería fantástico llegar a casa y encontrar a tu pareja haciéndolo en la cama?

Desearía que el mundo considerara a la masturbación como lo que realmente es, valiosa, autosuficiente, liberadora, el medio más efectivo de acabar con la alienación del hombre el opio del pueblo.

Sería un mundo libre, decidido, sin tabúes, un mundo donde el sexo sería algo más que eso, donde no hubiera secretos, un mundo donde masturbarse fuera libre, compartido, apasionado, casi unánime, donde se practicara con respeto.

Si todos y todas nos masturbáramos con frecuencia, si lo compartiéramos abiertamente, si existiera una industria dedicada, monográfica, una educación destinada a aprender a disfrutar de nosotros mismos mientras se deja disfrutar al prójimo, llegaríamos a vivir en un mundo sin guerras, sin violaciones, sin transgresiones, sin represiones ni frustraciones, más libre, más auténtico, un mundo donde el sexo no es la meta, sino el medio. Sé que solo es una utopía. Pero es mi utopía.

Porque masturbarse es genial. Cuando quiero ser feliz, solo tengo que hacerlo.

jueves, 19 de agosto de 2010

Solo en casa descubri nuevas sensaciones

Primero de todo me presentare, soy un hombre maduro de 55 años, aunque me considero joven, ya se que para muchos soy mayor, estoy casado y tengo dos hijos y una nieta, aunque intento llevar una vida etéreo siempre me han atraído los hombres, y me excita mucho esos cuerpos bien formado, sin ser una cosa anormal.

Por motivos laborables debido a la situación de crisis, la empresa donde trabajo ha efectuado un expediente de regularización de empleo y no ha reducido la jornada laboral al 50%, teniendo en estos momentos todas las tardes libres, y claro las tengo que ocupar de alguna forma.

Me encontraba en casa solo y me conecte a Internet, claro aprovechando la libertad que disponía empecé a navegar por paginas gays y localice una que podías visualizar videos de películas porno de una duración de unos 15 ó 20 minutos, todos eran chicos jóvenes guapos y bien formados, eso me fue calentando poco a poco, así que me situé cómodamente frente a la pantalla y me prepare un whisky con hielo que es lo que en alguna ocasión acostumbro a beber.

Estaba totalmente relajado teniendo la tranquilidad de estar solo y poder dar rienda suelta a mis instintos, así que poco a poco me fui frotando por encima del pantalón ya que las visión de las películas me hacían excitar por momentos.

Notaba como mi verga se iba endureciendo y entre sorbo y sorbo iba presionando cada vez más fuerte. Me acariciaba, me pellizcaba los pezones, me mordía los labios, y notaba como mis huevos se endurecían y mi pene derramada un poco de liquido por la excitación. Me desabroche y estuve jugando con mi herramienta sin perder de vista las escenas de la pantalla, esto duro casi una hora pues no quería terminar tan fácilmente como en otras ocasiones.

Como cada vez me encontraba más fuera de mí decidí ir al baño y frente al espejo con los pantalones y bóxer bajados hasta la rodilla y con la polla en plena forma, decidí que debía experimentar algo más. Total que localice un cepillo del pelo que el mango es redondo y no demasiado grueso y lo lubrique bien con crema hidratante, y poco a poco lo introduje en mi culo, al principio note una sensación algo extraña, pero fui acostumbrándome a ese nuevo instrumento sexual.

Con una mano me masturbaba y con la otra introducía el mango en mi agujero, sabia que no iba a poder resistir mucho, me contemplaba en el espejo y veía mi cara desencajada, pero no de dolor, sino de placer, mi mano paulatinamente subía y bajaba por toda mi verga que también estaba lubricada con crema para así darme más placer, note que iba a explotar y de repente salto disparado el primer chorro de leche que nunca antes había alcanzado tanta distancia, se me electrizo todo mi cuerpo y mi culo se oprimió instintivamente para no soltar el instrumento introducido, después vino el segundo espasmo y el tercero hasta que logre vaciarme totalmente.

Me quede un rato exacto hasta que me pude reponer de esa gran paja que había conseguido, fue algo nuevo para mí que seguramente repetiré tan pronto tenga oportunidad.

Una zona de placer nunca antes experimentado

Los hombría es un concepto que genera tanta presión que muchos hombres limitan las posibilidades de brindarle placer a su cuerpo por respetar el tabú de la virilidad y cuidar su estatus de machos cabríos.

Ese era mi caso, por lo cual no podía concebir la sexualidad mas allá de la genitalidad de mi pene y las posibilidades que este me brindaba a través de una buena follada con mi esposa o una deliciosa masturbación viendo películas eróticas. Pensar en algo distinto a me generaba terror y hacia sentir que me acercaba a los límites de la perversión.

Mi ano por ejemplo era una zona totalmente prohibida para lo que tuviera que ver con sexualidad. De hecho el solo pensar en la relación entre mi culo y el sexo, me sentía como un desviado que, de seguir así, iba a terminar convertido en un marica, o "cacorro" como le dicen en mi país a los gays. Sin embargo, sabía que en mi ano había mucha sensibilidad, la cual se me incrementaba cuando estaba un poco ebrio y sentía una pulsación constante en mi culo, que se convertía en placer cuando me agarraba fuertemente las nalgas o me sentaba sobre algún objeto que tocara ligeramente la comisura de mi culo.

Nunca le preste mucha atención a aquello hasta que llego a mis manos, o mejor a mi correo electrónico, un artículo en el cual se describía el "punto G" masculino, el cual está ubicado en la próstata y al que se accede a través del ano, utilizando los dedos o cualquier objeto que permita masajear, o mejor masturbar la próstata, generando, según lo decía el artículo, una sensación inigualable y un placer que generaba un verdadero orgasmo en el hombre, produciendo un éxtasis que difícilmente cualquier otra experiencia sexual o masturbatoria podría brindar. Lo que leí en aquel correo me despertó la curiosidad y el deseo de comenzar a explorar esa nueva frontera, hasta ahora prohibida y cargada de prejuicios y vergüenza.

Cierto fin de semana mi esposa decidió viajar a su ciudad natal en compañía de nuestro hijo de siete años. Yo no pude acompañarla por razones de mi trabajo y me quede sólo en casa, pero a diferencia de otras oportunidades no hice ningún plan con mis amigos y decidí intentar hacer cosas que nunca había hecho y buscar una masturbación inigualable.

Al llegar la noche dispuse todo para comenzar la aventura exploratoria de las fronteras de placer de mi propio cuerpo. Como me parece muy excitante grabarme mientras me masturbo, instalé mi videocámara digital en su trípode y la enfoque hacia el mullido tapete del piso en donde me dedicaría a investigarme. Dispuse además una botellita de aceite de almendras pues según lo decían los textos que había leído, una adecuada lubricación es fundamental para una suave penetración anal.

Totalmente desnudo me tumbe sobre el suave tapete, tome un poco de aceite de almendras y me acaricie suevamente el pene para comenzar a excitarme, aunque el hecho de saber que estaba grabándome me produjo una erección muy fuerte, la cual disfrute suavemente con la suavidad y delicioso olor del aceite. Mi dedo corazón de la mano derecha lo cubrí con un preservativo, luego lubrique generosamente la comisura de mi ano, mis testículos, mi entrepierna, mis nalgas y toda la zona en la cual mi mano jugaría activamente.

Comencé entonces a explorar la zona. Con el dedo realice suaves movimientos circulares sobre mi ano sin penetrarlo aun. Eran caricias delicadas que comenzaban a estimular la circulación en toda el área y a dilatar un punto que nunca había sido penetrado.

Al notar que se había dilatado un poco el agujero de mi ano, inicie una suave penetración. No sentí ningún tipo de dolor, por el contrario sentía una sensación especial, un placer extraño que se incrementaba por los pensamientos morbosos de sentirme penetrado, de estar descubriendo un territorio de maravilloso placer que hasta ahora había sido vetado.

Continué la suave penetración con movimientos circulares, cada vez ingresando mas, centímetro a centímetro, hasta que llegué al punto buscado, el punto "G", mi próstata, la cual fue descubierta por mi dedo en la zona anterior de mi ano, hacia el pubis, unos cinco centímetros adentro. Era una pequeña protuberancia, del tamaño de una ciruela a la cual se le sentían dos lóbulos. Al tocarla con mi dedo sentí una especia de corrientazo que me estimulo a seguirla presionando y masajeando con la punta de mi dedo. Allí comenzó la explosión de placer más grande que he tenido en mi vida.

Mi pene estaba totalmente rígido y mientras más acariciaba mi punto "G" más duro se ponía, como si estuviera siendo bombeado desde adentro. Mientras me tocaba la próstata masajeaba también mi pene pero con cuidado de retrasar lo máximo posible una eyaculación para poder disfrutar durante mas tiempo aquella sensación de placer nunca antes vivida pero extremadamente deliciosa.

Llego un momento en el cual el placer fue incontenible, tocar mi próstata me producía un placer interno tan grande, tan raro, tan especial que no podía contenerlo más. Mi próstata se endureció, por mi pene comenzó a fluir un líquido algo transparente y de pronto tuve la eyaculación más intensa y voluminosa que jamás había tenido. Nunca había visto tanto semen salir de mi cuerpo, fueron varios bombeos, uno tras otro, todos placenteros, todos acompañados de aquella nueva sensación al interior de mi ano. MI dedo aún seguía adentro, aprisionado por una contracción, una deliciosa contracción que lentamente fue dejándolo salir.

Estaba exhausto pero totalmente satisfecho y feliz de haber experimentado aquella delicia y haber descubierto un nuevo universo de posibilidades de placer en mi cuerpo. Ya no me importaban los tabúes ya no le tenía miedo mi mano, y estaba seguro que iba a seguirlo disfrutando con la seguridad de no ser gay. No me quedaron gustando los hombres, me seguían gustando mucho las mujeres y seguía amando a mi esposa. Cuando mi corazón y mi respiración se tranquilizaron, me incorpore, apagué mi cámara y me di una ducha fría. Después me acosté desnudo debajo de las frazadas de mi cama, conecte la cámara a mi televisor y disfrute durante un buen rato viendo el video. Me masturbe un par de veces más de la manera convencional viéndome tirado en el piso disfrutando de mi mismo.

Desde entonces, cada que tengo oportunidad, disfruto de mi ano, de mi próstata y exploro nuevas cosas. Objetos, vibradores anales, nuevos aceites, nuevas posturas, incluso un masajeador especial que adquirí en un sex shop y que estoy a punto de probar pues me dicen que es fabuloso. Hoy el nuevo reto que tengo es lograr romper los tabúes de mi esposa y hacer que con sus dedos y caricias explore mi nueva zona de placer. Pero eso requiere tiempo y seguramente será objeto de un próximo relato.

lunes, 16 de agosto de 2010

La masturbación y yo

Chicos y chicas de todas las edades se masturban con frecuencia en todo el mundo. La masturbación es algo saludable, divertido y, sobre todo, que nos concede largas sesiones de placer.

Hay muchas y muy diferentes formas de masturbarse, todas ellas con un objetivo maravilloso: disfrutar de un orgasmo solitario pero de la mayor intensidad posible. Gracias a la masturbación aprendemos a disfrutar de nuestro cuerpo, a conocernos a nosotros mismos y a hacernos como personas. Y nos entretiene: ¿qué hay mejor cuando no tenemos nada que hacer que pasar un buen rato tocándonos e imaginando cosas bonitas?

Hablar de algo tan íntimo y tan maravilloso como la masturbación puede acarrear, no lo dudo, controversia. En primer lugar, incomprensión. Todo el mundo presume siempre del tamaño de sus atributos sexuales, de sus buenas dotas amatorias, de lo satisfechas que dejan a sus parejas... Hablan y presumen, en definitiva, de su "buen follar". Yo no voy a hablar de eso.

He follado, follo y follaré. Es un placer mágico. Pero ahora eso no me interesa. Voy a hablar de algo mucho más íntimo y personal. Algo de lo que apenas hay bibliografía y de lo que apenas se pueden encontrar referencias en vídeo o Internet. Voy a hablar de la masturbación. De mi masturbación.

Me he masturbado, me masturbo y me masturbaré. De eso no me cabe duda. Y lo he hecho desde hace más de 13 años. Es decir, más de la mitad de mi vida. La he vivido y la he disfrutado como no he disfrutado nada más. Y, en muchos momentos de mi vida (lejanos, eso sí), he vivido por y para ella.

Por ser el tema que es, puedo dar cierta impresión ególatra. O puedo aparentar un gran orgullo narcisista. Nada más lejos de la realidad. Fomento la masturbación de mi actual pareja, hablamos de ello con cierta asiduidad, e incluso la incito a mejorar sus juegos comprándole de cuando en cuando aparatos que solo ella puede utilizar. Tal vez suene grandilocuente, pero mis deseos son, ante todo, humanistas. En todos sus aspectos.

No quiero, en definitiva, aparentar lo que no soy, sino más bien mostrar lo más profundo de lo que soy. Y soy, en mi más profundo ser, nada más y nada menos, igual que todo el mundo.

El sexo está en nuestro subconsciente desde niños. Lo que cambia cuando crecemos son dos cosas: somos conscientes de él y nos obsesionamos con ello. Recuerdo haber visto de niño gente desnuda. También recuerdo haber visto a gente besándose. ¿Quién no ha visto a sus padres besándose? No me atraían. En la naturaleza de las personas está la desnudez. Está el amor y están los besos.

De niño mientras me bañaba, recuerdo ponerme unos vasos como si fueran tetas de mujer. ¿Iniciación de juego sexual? También recuerdo desnudarme entero cuando estaba en la cama, y sentir por unos minutos el intenso placer de las sábanas sobre mi piel. Son recuerdos muy lejanos, era muy niño, pero precedentes de muchas cosas que más adelante trabajaría más a fondo.

Con diez u once años nuestro cuerpo y nuestra mirada empiezan a ensuciarse. El cambio fisiológico ya casi está llegando y las hormonas empiezan a preparar nuestro cuerpo para su fin fundamental: la reproducción.

Muy inocentemente, me empezó a interesar el cuerpo femenino. Conocía muy bien cómo era mi pene, pero ¿cómo era su vagina? Aún con esa edad todos nos hacemos una idea de cómo es. Como ya he dicho, todos hemos visto cuerpos desnudos desde la infancia. Pero mi idea era demasiado superficial. Ese interés se fue incrementando con el tiempo hasta convertirse en toda una obsesión. Aún hoy, sigue siendo un gran misterio. Un misterio fenomenal.

A esa edad empecé a sentir las primeras erecciones. Era sorprendente, mi repentina curiosidad por la vagina de la mujer, unida a ese placer que sentía cuando estaba desnudo en la ducha o en la cama, ahora tenía un efecto físico visible. Incluso, aprendí a provocarme esa erección.

Estamos retrotrayéndonos a una época de pura y simple inocencia e ignorancia. Y una época en la que aprendes cosas a una velocidad tan acelerada, que sin apenas darte cuenta, de repente, te estás masturbando compulsivamente como si lo hubieras hecho toda tu vida.

Soy un autodidacta de la masturbación. Me forjé en soledad. Sin nadie que me diera indicaciones.

En el principio de los tiempos mi padre me explicó una cosa sorprendente, que no es otra que el proceso que siguen los humanos para procrear. "El pene se introduce en la vagina, y se siente un intenso placer". Curioso. Siempre había pensado que los espermatozoides accedían al cuerpo de la mujer a través de los besos. Va en serio.

¿Qué placer sería ese? Sabía perfectamente qué significaba esa palabra. Placer. Bonita palabra. Pero lo cierto es que nunca había sentido nada con lo que pudiera expresarla. Al menos, no de una manera tan amplia como para poder utilizarla. Mi mente de niño que deja la pubertad para incorporarse a la adolescencia empezó a darle vueltas a aquella palabra. Placer. Yo quería placer.

Uno de mis primeros juegos sexuales consistió en introducir papel higiénico en el interior de los slips hasta crearme un enorme paquete y un enorme trasero. Después de ducharme, me paseaba así por toda mi casa. Con los pantalones puestos para disimularlo, eso sí. Una de aquellas veces, sentí "algo". Salí corriendo para el baño. Me quité todo el papel. Había sentido "algo". No. No fue mi primer orgasmo. Eso vendría después. Fue, simple y llanamente, un prematuro indicio de placer sexual.

Pero el gran momento llegó una feliz noche de un 2 de enero de hace nada más y nada menos que 13 años. Es curioso que sea la única fecha que recuerdo con toda seguridad.

El cine. Nada sería de nuestras vidas sin el cine. La más bella de las artes.

Gracias a una película sentí mi primer orgasmo. primer orgasmo que, por cierto, no vino acompañado de eyaculación. ¿No es fantástico?

Contextualizaré un poco la situación. Mi cuerpo estaba a punto de entrar en los 12 años de vida y, como ya habreis podido comprobar, las hormonas empezaban a mostrar indicios de su existencia. Me encontraba, en definitiva, justo en ese pequeño impasse en que pasamos de la infancia a la adolescencia.

En la noche de un dos de enero, el pistoletazo de salida aún no se había producido, pero quedaba poco, muy poco ya. La munición estaba cargada y el revolver empuñado. Ya solo quedaba disparar. O mejor dicho, solo quedaba saber para qué servía la pistola. Digamos que, ese día dos de enero, descubrí que existía un libro de instrucciones.

Tras la típica cena familiar, y justo antes de irnos a la cama, emitían por televisión una película (comedia, para más señas) que resultaría crucial. El argumento era el siguiente: chica es hipnotizada por chico, por algún motivo en particular. Por esta razón, ella hace todo lo que él le dice.

Pensando en aquella película, por la noche, en la cama, mi imaginación voló y voló. Poder hipnotizar a una chica habría un infinito mundo de posibilidades. Posibilidades que provocaron que mi pene sintiera de nuevo esa erección que me acompañaba en los últimos tiempos.

Apreté mi cuerpo y, junto a él, mi pene erecto contra el colchón. Sentía algo agradable al hacerlo, así que seguí apretando un rato. Solo apretar, sin movimiento de cadera ni de ningún otro tipo. Como si mi cuerpo tuviera un peso muerto encima. No sé si me explico... Apreté y apreté hasta que... Violà!

Mi pene erecto de repente cobró vida: sus músculos ahora se contraían solos, sin que yo hiciera nada. Era increíble, me estaba pasando algo que nunca antes me había pasado y que estaba, por supuesto, muy lejos de mi imaginación.

Tal vez porque mi cuerpo también estaba aprendiendo cosas nuevas, aquel primer orgasmo no tuvo eyaculación. Es un recuerdo estupendo, porque poder masturbarse sin expulsar semen hubiera abierto multitud de nuevas puertas al placer. Siempre he pensado que los hombres somos esclavos de la eyaculación, en tanto es algo que hay que tener en cuenta desde el inicio mismo de los juegos. Sin duda, condicionan enormemente nuestro sexo. Hablaré de ello más adelante.

Le di muchas vueltas a aquello. Era todo un descubrimiento, algo que mi cuerpo podía hacer y que, hasta entonces, nunca había hecho. Tenía, en definitiva, los primeros datos, la primera pista que haría que los acontecimientos se desecadenaran a una velocidad endiablada.

Todo tiene un principio y un final. Esta es una historia sin otro final que el presente; pero con unos inicios claros, que voy a relatar a continuación. Mi primera masturbación.

Todo ocurrió unas semanas después de aquel 2 de enero.

Contexto de la situación. Desnudo en el baño. Recurrente, ¿verdad? Sentado en la taza del water, posiblemente entretenido leyendo algún libro. Y, más que probablemente, pensando en algo en particular. Entonces advertí que, una vez más, mi pene estaba erecto.

La diferencia y su consecuente sorpresa no fue otra que, aunque nunca antes se me había ocurrido hacerlo, noté que al jugar con él sentía unas agradables cosquillas. Y claro, cuando alguien siente algo agradable sigue con ello. Instintivamente, fui haciéndolo cada vez más rápido y más fuerte, ya que cuánto más rápido y más fuerte lo hacía más cosquillas me hacía. ¿Cómo terminaría aquello?

Es dificil explicar aquella sensación, pero juro que tenía la sensación de que aquel creciente placer crecería y crecería sin fin. Mi cuerpo pedía con todas sus fuerzas alcanzar esa sensación máxima de placer que nunca había sentido pero que habría de dar un giro a mi vida. Y así fue. Me corrí.

He de reconocer que no me esperaba aquella reacción de mi cuerpo. Ni forzando al máximo mi imaginación podría entonces haber imaginado que tanto gusto terminaría en algo tan rápido (siempre me han decepcionado los orgasmos) y húmedo como es la eyaculación. Tanto, que tuve que dar un giro de última hora para no soltar semen por todo el cuarto de baño. ¿Era orina? No. No lo era.

No se nace sabiendo masturbarse. Tampoco suele haber nadie que te enseñe. La autosatisfacción es autodidacta casi por definición. Nos iniciamos en la sexualidad de un modo físico mucho antes de que nuestra mente esté preparada, por eso los inicios son siempre rudimentarios. Dicen que entre los 13 y los 18 años conformamos nuestra personalidad. Sin duda eso va parejo a nuestro masturbar. Al cumplir 18 años no somos ya casi nada de lo que éramos a los 13, a nivel masturbatorio tampoco. Eso sí, en algo coincidimos en ambas edades (o al menos ese era mi caso), ocupamos un alto porcentaje de nuestro tiempo en buscar más y más placer de nosotros mismos.

No recuerdo mi segunda, tercera o cuarta masturbación. Como digo, todo se aceleró demasiado. Pero si recuerdo las técnicas primitivas (y muy rudimentarias) que utilizaba para darme placer.

Se resumen en tres, que tuvieron lugar en dos lugares determinados:

1. Cuarto de baño. Allí empezó todo y allí continuó largos años. Es un sitio que cumple varias características necesarias. En primer lugar, es un sitio tremendamente íntimo. A esa edad hace ya años que acostumbras a ducharte solo, sin que nadie te moleste. Cuando vives con tus padres, es casi el único sitio en el que tienes libertad para hacer lo que quieras durante las 24 horas del día.

En segundo lugar, es un lugar higiénico. Esto es especialmente importante en el caso de los chicos, pues nuestro orgasmo viene acompañado de una eyaculación cuyos frutos tienen que desaparecer para no dejar pistas.

Y en tercer lugar, es un sitio en el que acostumbramos a estar desnudos, libremente. Cuando uno acaba de descubrir la masturbación, no se suele desperdiciar ni un segundo desnudo.

2. Habitación. El segundo sitio que más intimidad proporciona en casa de tus padres no es otro que tu propia habitación, especialmente cuando uno duerme solo. De día puertas y ventanas solían estar abiertas, por lo que mayormente utilizaba mi cuarto solo en sesiones nocturnas. El papel higiénico era, en estos casos, fundamental, aunque inicialmente brillaba por su ausencia.

Uno de los más importantes protagonistas del acto masturbatorio es la imaginación. Puede parecer complicado imaginar un acto sexual si nunca has tenido ocasión de ver uno, pero lo cierto es que nuestros instintos nos bastan para disfrutar del sexo con nosotros mismos. Eso sí, primero hay que aprender.

Sujetar correctamente el pene requiere de toda una técnica. Empuñarlo simplemente podría ser una opción, pero un análisis concienzudo te demuestra que es completamente ineficiente. La parte que más placer produce se encuentra en la parte inferior del glande, punto justo en el que colocar el dedo índice. Para que os hagais una idea, el pene se sujeta como un lápiz, abarcando con el resto de los dedos lo que queda de miembro. La mayor fuerza se hace con el índice, aunque en general solo se aprieta lo justo, con toda la delicadeza posible. El movimiento de vaivén consecuente se hace al ritmo que pide el cuerpo en cada momento, normalmente rápido y con paradas en los momentos clave. El objetivo es intensificar la necesidad a la vez que incrementas la duración del acto. Pero la intensidad no solo se controla con la mano. Las contracciones y dilataciones de los músculos cercanos, pelvis, piernas, controlan e intensifican también el placer sexual.

Se puede hacer sentado, tumbado o de pié, o si es posible de las tres maneras, un poco de cada una.

El lugar más habitual de los actos de este tipo es el cuarto de baño. Bien en la ducha o bien sentado en la taza, lo único necesario, además de la excitación, es tener un buen sitio en el que lanzar el semen en el momento del orgasmo.

Sentado en la taza, con una revista o algo de literatura, antes o después sientes la erección y la consiguiente necesidad de iniciar el jugueteo con tu pene. Cualquier ayuda, por mínima que sea, es válida. La foto de una chica (vestida o desnuda) en cualquier revista o periódico. Un párrafo más o menos erótico en alguna novela de literatura juvenil. O el simple recuerdo de la chica que te gusta enseñandote el secreto de la vida. También puedes cronometrar el acto, de manera que, por ejemplo, a cada minuto de vaivén siga otro minuto de descanso. Es durísimo no correrse durante el vaivén, al tiempo que es durísimo aguantar ese mismo tiempo sin hacerlo.

La eyaculación se ha de tener dentro de la taza, introduciendo en la misma el pene justo en el momento de la eyaculación. Si el orgasmo no vino en la taza, sino en la ducha, el lugar es más indiferente siempre que quede bien limpio. El semen es espeso y cuesta un poco quitar la mancha, lo cual siempre es importante cuando vives en casa de tus padres.

La ducha también aporta un amplio abanico de posibilidades masturbatorias. El calor y la humedad por todo tu cuerpo pueden ser muy satisfactorias, y el grifo aporta mucho juego. Es importante procurar no enfocar el chorro directamente sobre el glande, no solo porque el chorro puede ser demasiado fuerte, sino más bien porque hacerlo prolongadamente deja a posteriori una pequeña molestia. El mejor consejo para esto es hacerlo a una distancia mayor, dejando el grifo como si fuera una ducha en lugar de sujetarlo con las manos. También se puede hacer algo de filtro con las manos, de manera que no dé directamente.

En la ducha, ayudas externas como revistas, etc. no son demasiado útiles y puede llegar a ser un engorro. En general, la ducha da tantas posibilidades que ni siquiera se hacen necesarias.

No obstante, los hombres practicamos la masturbación visual. Esto es, la imaginación no nos sirve, sino que necesitamos de estímulos externos. Es entonces cuando entramos en el maravilloso círculo vicioso mundo del porno.

Durante mis primeros meses me masturbé profusamente. En ese tiempo, me imaginé a mí mismo realizando el acto sexual. Pero, a veces, la imaginación no es suficiente. Especialmente cuando lo haces por puro instinto como era el caso. La curiosidad que sentía por conocer las verdaderas características del sexo era brutal. Y lo que a mí me causaba verdadera curiosidad es, ha sido y será las características del cuerpo de la mujer, especialmente de aquellas partes que siempre están escondidas.

¿A qué me refiero?

No me lo creo. ¿Aún no lo has pillado?

Me refiero (a quién si no) a la vagina (coño, conejo) femenina.

No olvidaré nunca lo sensacional que fue ver uno en vivo por primera vez. Sentir por primera vez su humedad es algo que te queda grabado a fuego. Penetrarlo por primera vez se te graba en el corazón. Pero eso es otro tema, y aún quedaban muchos años para eso.

En el verano de mis 14 años compré mi primer Playboy. Como dije, hay días en los que estás tan salido que eres capaz de casi cualquier cosa, y en aquel momento necesitaba saciar mi curiosidad más que nunca. Durante varios días, sondeé la ciudad en bicicleta a la búsqueada del quiosco adecuado. El lugar tenía que cumplir una serie de características: barrio en el que no conociera a nadie, que no estuviera en un sitio muy visible ni fuera frecuentado por mucha gente, y sobre todo que tuviera pinta de ponerme pegas cuando se lo pidiera.

El día que me decidí, estaba a la par nervioso y excitado. Es más, estaba muy nervioso y muy excitado. Compré la revista con temblores en las manos, la escondí debajo de mi camiseta y me fui para leerla a un lugar en la que parecía que no había nadie.

El problema de la revista no era tanto meterla en casa como saber dónde guardarla, para lo que opté por una lúcida idea: no esconderla en mi casa. Cerca de mi barrio, por un camino a las afueras, había una montañita de escombros que parecía abandonaba. Era necesario ir en bici, pero no tardaba más de cinco minutos en llegar. Cada vez que tenía oportunidad, me iba hasta allí, cogía la revista, la llevaba hasta casa y en el cuarto de baño o mientras me duchaba me pajeaba indiscriminadamente.

Ya había visto algunas revistas porno en casa de un amigo. Y fue, sencillamente, como ver la luz por primera vez. Una imagen oscura y sucia que nos esconden desde la infancia pero que nos vuelve locos los instintos.

"A esta se la acaban de follar" dijo uno de los dos chavales que ojeaban aquella revista, refiriéndose a una de las chicas. "Todavía tiene el coño abierto". Estuve allí unos minutos y ni siquiera toqué las revistas (era la primera que veía algo así, la vergüenza aún me dominaba) pero el momento no se le olvidará en la vida.

El caso es que pensé que la revista Playboy sería similar a éstas. Pero Playboy no es porno, es una revista erótica, así que no tenía lo que necesitaba. Sólo en una pequeña foto de una de sus páginas se vislumbraba, muy difuminadamente, la rajita. Cuando me deshice de la revista (una semana después, aproximadamente) esa foto fue lo único que conservé. Estuvo algunos meses en mi cartera, y la tiré cuando tuve sospechas de que mi madre había estando curioseando en ella. Aún así, me fue bastante útil durante mucho tiempo...

Como bien sabéis, me encanta el cine. Pero este hobby lo desarrollé en realidad muchos años después, en mi época universitaria. Hasta entonces apenas paraba delante del televisor para ver una película. Y, si iba al cine, era para ver las típicas películas de adolescentes que poco o nada tienen de interesantes.

Es curioso, creo que la edad de mi despertar sexual fue también el que inauguró mi conocimiento del mundo del porno. Siempre he pensado qué piensa un niño que ve porno sin entender qué es el sexo.

Todo empezó un día de mi primer verano "pajillero". Aburrido en uno de esos largos días estivales, fui a casa de un amigo con la esperanza de jugar un rato con su Nintendo. O eso creo. El caso es que, cuando entré, no estaba solo sino con dos amigos más. Suyos, no míos. Me miraron en completo silencio. "¿Qué pasa aquí?", pensé para mis adentros.

Tardé poco en saberlo. Tras la falsa alarma, reiniciaron el vídeo y vi lo que hacían. Mi primera secuencia porno. Era la típica película, entre cutre y más cutre. Pero me sorprendió. Y mucho. No me imaginaba el sexo así. Tal vez... Sí, mi primer recuerdo sobre el porno se puede resumir en una palabra: repulsión. No puedo dar más explicaciones al respecto.

El porno se disfruta en soledad. Ver una película en la compañía clandestina de unos amigos provoca una enorme y difícilmente disimulable erección, pero no da más juego que ese. Al menos a mí no me lo dio.

Hoy día acceder al porno es tremendamente sencillo. Pero a mediados de los 90 había que esforzarse bastante más, con el hándicap añadido de que era menor de edad y vivía en casa de mis padres.

Poco a poco empecé a ingeniármelas para ver películas en la clandestinidad. Empecé por llevarme un pequeño televisor a mi cuarto y a encender la tele cuando todo el mundo dormía. Escaso éxito. Otra posibilidad era ver la película del Canal Plus. Soy uno de esos doscientos mil españoles que, según los datos de audiencia, veían el porno sin estar abonados. Pocos años después, un canal local empezó a emitir sexo explícito los sábados por la noche. Fue todo un descubrimiento. Y me consta que casi todos los de mi edad lo veíamos.

La mente sucia genera más ideas que la mente limpia, no tengo duda. Otra forma de ver porno sin que mis padres se enteraran me costó un dinero de mis ahorros, pero fue una idea bastante ingeniosa (y cara). La PSP de la época era la Game Gear. Dicha consola tenía un pequeño adaptador que servía para sintonizar la televisión. ¿Qué mejor sitio para poner la tele por la noche sin que nadie se percate de ello? Creo que el visionado de porno fue el único uso que le di al aparato (además de los videojuegos claro).

Con 17 años recién cumplidos fui al videoclub para alquilar, por primera vez, algo que no era un videojuego. Mis sensaciones del momento, muy similares a cuando compré el Playboy. Bicicleta, estudio sistemático del lugar y nervios, muchos nervios. El título de la película escogida: "Bella, rubia y muy viciosa". Cuando fui a pagar, la dependienta me preguntó si tenía 18 años. No sabía que pudiera mentir de una manera tan convicente. Fue un día extraordinario, no se puede nadie imaginar la locura de sexo intenso y continuado que me pegué durante todo el día. Uno de los días solo en casa más aprovechados de mi vida.

Devolví la película aquella misma noche. Suerte que no me encontré con ningún amigo en el camino

Hoy día existe todo un arsenal de juguetes sexuales. Yo mismo he comprado varios. Aparatos de todo tipo con un único objetivo: hacernos disfrutar.

Si hacemos un pequeño esfuerzo, podemos enumerar varios tipos de juguetes. Vibradores, consoladores, bolas chinas... También los hay masculinos; pero solo los femeninos me han causado, de siempre, verdadera curiosidad. Desarrollaré este tema más adelante.

Todo lo que sea capaz de dar placer debe ser motivo de investigación. Experimentar diferentes técnicas es divertido; pero si éstas se acompañan de nuevas e intensas sensaciones, el disfrute es indescriptible.

Nuestras casas están llenas de objetos que nos pueden hacer gozar intensamente. Solo hay que saber buscarlos. Quiero dedicar este post a mi mejor invento. Un juguete casero fabricado a base de papel higiénico que siempre me acompañó los grandes días de sexo solitario.

La masturbación masculina está esclavizada por la eyaculación. El orgasmo, que debería de ser el momento de mayor intensidad, se convierte muchas veces en un engorro. Correrse significa buscar un sitio en el que eyacular, y no siempre se eyacula en el momento (ni en el lugar) más adecuado.

La idea consistía en fabricar algo que me permitiera tener un orgasmo en cualquier sitio, sin tener que salir corriendo en el último momento hacia el baño, o sin tener que ir a todas partes con el papel higiénico en la mano. La operación es sencilla.

Los ingredientes son: pene en erección, rollo de papel higiénico y gel de manos. Se toma el rollo de papel higiénico y se procede a envolver el pene en erección como si de un regalo se tratara. Son necesarias varias capas, de manera que el volumen final sea, al menos el doble de grueso que el pene al natural. Medio rollo de papel higiénico, aproximadamente.

La base es más sencilla, con dar vueltas con el rollo basta. La punta es más complicada y requiere de cierta práctica: no debe haber fugas. El resultado final debe ser un buen molde. Compacto y no demasiado ajustado.

Por muy suave que sea, el papel resulta molesto al rozar contra el prepucio. Para amortiguar este efecto, es necesario rociar de gel el interior del invento. La función del gel es la misma que la del líquido lubricante de una vagina. Y también lo son las sensaciones de introducir el pene en ese molde perfecto y lubricado.

El placer que este juguete me proporcionó fue tan extraordinario que se hizo habitual en mis juegos de soledad. Eso sí, solo la empleaba en ocasiones especiales. Y cuando hablo de ocasiones especiales me refiero a mis maratones masturbatorias, es decir, aquellas que protagonizaba cuando disponía de la casa entera para mí.

Elaborar mi "masturbator" (así lo llamaba) requería no solo de habilidad, sino de también de una situación especial. Es decir, tenía que estar especialmente cachondo. Solo así tenía la polla lo suficientemente dura para disfrutar de verdad con ella.

Las ventajas del "masturbator" son varias, pero yo las resumiré en tres. En primer lugar, te libras de las manos en tus juegos sexuales. En segundo lugar, permite el orgasmo libre, es decir, cuándo y dónde quieras. Y en tercer lugar y, tal vez, más importante, aporta una sensación muy similar al acto sexual real. Es decir, si, utilizando el masturbator, te frotas con una almohada, sentirás como si verdaderamente te estuvieras follando a la almohada. Obviamente, eso solo lo pude confirmar unos años más tarde

Durante muchos años, mi hobbies fueron dos: los videojuegos y la masturbación. Mi entrada en la Universidad supuso la desaparición de uno de los dos y el clímax del otro.

Creo que llega un momento en que las necesidades vitales cambian. Sin duda, la Universidad fue mi punto de inflexión hacia una nueva vida.

En primer lugar, alejarme de casa trajo consigo un desinterés casi total por las consolas, que vino acompañado de un interés cada vez mayor por el mundo del cine. Las causas y los motivos tal vez sean ambientales: me rodeé de gente muy aficionada al mismo. A ellos les debo, tal vez, esa pasión por el séptimo arte.

Pero ese año vino acompañado de un cambio decisivo en mi vida, no solo causado por el cambio de nivel de estudios (con todo lo que eso conlleva) sino también por el hecho, novedoso, genial, de empezar a ser independiente. Ese curso cambió radicalmente mi forma de enfrentarme a la vida.

Mi sueño durante años fue llegar a gozar de libertad total para masturbarme cuándo y cómo más me apeteciera. Mi plan para ello se gestó casi inconscientemente y se confirmó con sorprendente exactitud, superando todas las expectativas.

Salir de casa por primera vez suponía dos cosas: buscar un piso compartido con gente que no conocía o entrar en una residencia universitaria. Tardé muy poco en desestimar la primera opción, al menos durante el primer año. Necesitaba vivir en un lugar que me proporcionara intimidad total y la residencia de estudiantes era ideal para ello. Allí dispondría, por un lado, de una habitación individual con cuarto de baño propio; y, por otro, de un comedor común en el que pasaría horas y horas rodeado de buena gente. Ideal.

Ese año tuve la ocasión de vivir uno de los mejores años de mi vida. Y, si a mi vida onanista se refiere, sin duda fue un año de clímax.

Mis prácticas allí empezaron desde el primer día. No sé ni por dónde empezar. Os cuento.

Mi cuartito lo conformaban: una cama, una mesa, una silla, un armario empotrado y un pequeño aseo con ducha. Un aparato de aire acondicionado y un radiador dotaban el habitáculo de buena temperatura todo el año.

Las paredes eran bastante finas, por lo que, en general, se podía escuchar con bastante claridad todo que hacían y decían en los cuartos vecinos. No tardé mucho en descubrirlo. Sin ir más lejos, la primera noche. Toda una sorpresa.

Aquel día, me acosté pronto en la cama. Aún no conocía a nadie, era ya de noche y el día siguiente tenía que madrugar. Serían, aproximadamente, las 12 y media cuando alguien entró en la habitación de al lado. Escuché perfectamente el golpe de puerta y los movimientos por el cuarto. Cinco minutos después se encendía el grifo de la ducha. ¡Era increíble! ¡Se escuchaba tan próximo que parecía que el sonido venía de mi propio baño!

Un abrumador sentimiento de vergüenza me invadió de repente. Si yo escuchaba lo que allí ocurría, quien estuviera en la habitación de al lado no tardaría en escucharme a mí. Sin ir más lejos, en mi puntual visita de todas las mañanas.

Estaba enfrascado en mis pensamientos cuando, de repente, un nuevo ruido procedente de la ducha puso mi corazón a mi mil y alzó mi polla como un cañón. No. No podía ser. ¡Un gemido! ¿Seguro? Sigiloso, me incorporé a la vez que centraba mis cinco sentidos uno solo: el oído. Un segundo, dos segundos... ¡Y otro gemido! Éste mucho más placentero y prolongado que el anterior. ¡Mi vecina, que aún desconocía mi presencia, se estaba masturbando! No tengo palabras para decir lo que sentí en ese momento. Una mezcla de vergüenza ajena, euforia y excitación, que abrió un nuevo mundo que aún tardé en racionalizar. No era el momento para romper el silencio. Ella no sabía que yo estaba allí y yo aún no me atrevía a dejarme oír. Pero la veda estaba abierta. Con 18 años, la masturbación está en el aire y allí todos nos masturbábamos.

Vivir solo cambió radicalmente mi nuevo estilo de vida y dió un empujón hacia adelante. No solo me masturbaba indiscriminadamente, sino que también empecé a ordenar mi vida de la manera más hedonista posible.

Romper las pequeñas normas es una de las sensaciones más gratificantes que existen, a la par que liberadoras. Mi nueva situación me permitía tomarme pequeñas libertades que hasta entonces no me estaban permitidas. Una de esas cosas que ahora me podía permitir tiene relación con los horarios de la ducha.

En el hogar familiar, normalmente, existe una ley no escrita que te indica en qué horarios es correcto darse una buena ducha y en cuáles no lo es tanto. Para mí, romper con eso era un pequeño tesoro. No solo me duchaba cuándo más me apetecía, sino que lo hacía todas las veces que quería. Antes de ir a clase, después, a media tarde, antes de salir de fiesta... Sublime.

La ducha es uno de los objetos más sexuales que existen. Y todos podemos disfrutar de él en nuestras casas. Estar bajo el agua caliente produce un efecto, incluso, sedante. Y a mí me maravillaba.

Por supuesto, no me masturbaba cada vez que me ponía duchaba. Hubiera supuesto un desgaste físico imposible. Pero también lo hacía. Quién lo duda.

Por encima de la bañera, la ducha es un objeto imprescindible en todo hogar; pero lo es sobre todo en la casa de un soltero. Ningún sitio más adecuado para relajarse, para no pensar en nada, para vaciar tu mente de todo aquello que no sea edificante. Solo es necesario encender el grifo, desnudarse, dar un paso hacia adelante y sentir el agua caliente caer sobre la piel. Sencillo y valioso. Si un día tengo la suerte de poder comprarme una casa, ésta tendrá ducha en lugar de bañera. No lo dudo.

Pero vayamos a lo que nos interesa. La ducha privada que gozaba no solo tenía propiedades relajantes, sino también excitantes. Viviendo en la residencia universitaria, podía masturbarme cuando me lo pedía el cuerpo y lo hacía, generalmente, en la ducha. El agua caliente que caía sobre mi en ese metro cuadrado puede aprovecharse de infinitas formas. Para ello, adoptaba las más diversas posiciones. El agua puede caer sobre ti si estas de pie, pero también agachado, tumbado boca arriba, tumbado boca abajo, arrodillado… La variedad es infinita y el orgasmo, por supuesto, intenso y libre. Tal vez, las mejores pajas de mi vida.

Conforme pasaba el tiempo me tomé más libertades. Tras el primer episodio con mi vecina, estuve un tiempo avergonzado, procurando hacer el menor ruido posible, de forma que ella no escuchara mis aventuras como yo había escuchado la suya.

Pero el tiempo, la costumbre y el morbo fue cambiandolo todo en mi cabeza. Cada vez me gustaba más la idea de que ella me escuchara y se excitara como yo me excitaba cada vez que ella se duchaba. Mis sesiones eran más largas e intensas cada día, y cada vez hacía menos esfuerzo para no hace ruido. Más bien todo lo contrario. Del silencio total que había acompañado mi sexo en solitario durante toda la vida, pasé a hacer todo el ruido que necesitaba. Nunca demasiado, pero sí el suficiente.

No dudo que más de una vez fue evidente lo que hacía. Moriré con la duda de si ella me escuchó algún día. Y también de si se masturbaba mientras yo jugaba.

Aún hoy recuerdo con nostalgia aquel año inolvidable; y pienso cómo y cuánto hubiera cambiado de existir las posibilidades que existen hoy. En mi cuarto no tenía ordenador, ni televisor, y pocos lugares eran buenos para guardar una revista porno sin que ninguna visita la viera. Internet ya empezaba a causar furor, pero por el momento la única forma que tenía de conectarme era en mi casa (pagando la conexión a precio de llamada local) o en la sala de informática de la propia residencia. Ya había hecho búsquedas eróticas, y me había masturbado con fotos descargadas de Internet, pero lo limitado de su acceso y la escasa intimidad del ordenador familiar había hecho que no fuera aún el entorno prefente.

Por fin me compré una revista. Porno, quiero decir. Aún estaba vivo en mi memoria el Playboy comprado hace años, y necesitaba sexo de verdad, apasionado, explícito. Con el mismo procidimiento de selección y los mismos nervios, me aproximé a un kiosco del campus en el que compré la revista que me dio el kiosquero. Lib. Impresionante. Especialmente interesantes las páginas de publicidad de juguetes sexuales. Nunca hasta entonces había visto con detenimiento el impresionante arsenal de objetos destinados al placer. Años después compré alguno. Ya lo contaré.

Esa revista me dio grandes momentos. Aún así, nunca me agotó por dentro. Las ideas seguían fluyendo y mi santuario pajero aún tenía muchas cosas que darme.

Probé muchas cosas. Por ejemplo, la curiosidad me llevó a ponerme, por primera vez en mi vida, un preservativo. También probé con alternativas al masturbator (ver capítulos anteriores) como los calcetines. En fin, ninguna sensación digna de mencionar.

Solo una. Tal vez, la experiencia verdaderamente memorable de todas. Una de las mejores, si no la mejor, paja de mi vida. Tan intensa que nunca después ha sido igualada. Al menos, así la recuerdo.

Una vez más, los mismos ingredientes. Ducha. Agua caliente sobre mi cuerpo excitado.

Un par de años antes un profesor que nos dio clases de sexología en el instituto se había encargado de desmitificar muchos tabúes que había sobre el sexo; y uno de ellos era el sexo anal, más concretamente el sexo anal masculino. Afirmaba que es completamente natural sentir placer e incluso alcanzar el orgasmo excitando directamente el ano, pues el hombre tiene ahí gran cantidad de terminaciones nerviosas.

Yo ya había probado en alguna ocasión a intentarlo, metiendo un poquito mis dedos. Ningún resultado satisfactorio. Ninguno hasta ese día. No fui consciente en ningún momento. No me obligaba a disfrutar tocando mi culito como otras veces. Simplemente, me dejé llevar.

El Éxtasis. Así, con mayúscula.

Todo empezó más o menos normal. Una hora cualquiera de una tarde-noche cualquiera. Aburrido, cansado, con ganas de desconectar. El agua relajante cayendo sobre mi cuerpo desnudo. Jabón, agua, calor, humedad... Excitación. Placer, placer, más placer... Abstraído, mente en blanco, yo y mi cuerpo, yo y mi sexo.

Agua por aquí, agua por allá. Tumbado en el suelo, sintiendo la extraordinaria sensación del agua caliente en mi piel. Cada vez más caliente. Cada vez más intenso. Mi vecina cerca, tal vez. Los minutos pasaban despacio mientras yo, cada vez más salido, cada vez más excitado, pero libre, sobre todo libre, me masturbaba como si no lo hubiera hecho nunca, como si cada sensación fuera nueva y quisiera retenerla ahí, para siempre.

De pié. Sentado. Tumbado. Ahora frío. Ahora calor. En cuclillas. Más fuerte. Menos fuerte. El chorro fue investigando cada poro de mi cuerpo, cada sensación, como no queriendo dejar nada olvidado, deleitándose con ello. La cabeza. Los brazos. Las piernas. Las manos. El pecho. El glande... Los testículos... En cuclillas, completamente dominado por mi otro yo, las piernas completamente abiertas... Los testículos... La boca del ano... Toda mi sangre, todo mi ser estaba ahí cuando, de repente, la electricidad sacudió mi cuerpo en un orgasmo brutal. Sin necesidad de tocar mi pene, en medio de una convulsión interrumpida por la debilidad repentina volví a enfocar el agua hacia arriba a la vez que un segundo orgasmo me volvía a cruzar de arriba abajo y me provocaba nuevas convulsiones de un placer brutal. Tres veces. Cuatro veces. Sin apenas eyaculación, el orgasmo me venía una y otra vez en una suerte de espiral sin fin.

Todo terminó.

Completamente extenuado, tarde varios minutos en volver a mí y tener las fuerzas necesarias para reincorporarme.

Había sido genial. La mejor experiencia de mi vida.

No está de más informar que mi primer año en la Universidad hice muchas otras cosas, además de masturbarme. Salí mucho de fiesta, bebí mucho alcohol y tengo recuerdos imborrables de todos los amigos que hice en clase y en la residencia de estudiantes.

También estudié mucho, desde luego. No fue mi mejor año en cuanto a calificaciones, pero sí es del que más orgulloso me siento. Salir del instituto y entrar en la Universidad requiere un gran esfuerzo que logré sacar con notable alto.

Aún hoy, los instintos masturbatorios me hacen perder el control de vez en cuando. Quedarme solo en casa con la seguridad de que no vendrá nadie o tener la oportunidad de satisfacer mi curiosidad innata navegando por Internet me obligan, en demasiadas ocasiones, a desantender otros aspectos no más importantes pero sí más confesables.

Aquel año fue, con diferencia, el año en que más horas pude pasar en soledad, sin que nadie me preguntara qué hacía o por qué. Y el "problema" es que un interruptor situado en la parte más inaccesible de mi subsconsciente se activa en esos momentos sin que pueda controlarlo. Me caliento como una perra cuando nadie me vigila. Hoy, mi tiempo libre lo empleo en descargarme vídeos, leer relatos, buscar información, chatear por Internet. Nadie lo sabe salvo yo.

Pero cuando nada de eso existía, mi imaginación se desbordaba. Y para mayor gravedad, mi vecina también pasaba horas sola, estudiando, hablando por teléfono, escuchando música, duchándose...

Hubiera dado todo lo que tenía por tener un agujero en la pared. Mis duchas era numerosas y cuantiosas, las suyas también. Pero una vez fue consciente de que su vecino podía oírla, no se volvió a repetir el gemido del primer día. Lo que no quiere decir que no lo hiciera. Pasé horas en absoluto silencio, con la polla como una barra de acero al rojo vivo escuchando sus movimientos en la ducha, deleitándome con su respiración entrecortada por el caluroso vapor acumulado en nuestro minúsculo cuarto de baño.

Casi cerca del final, cuando ya había perdido toda esperanza, lo volvió a hacer. No estaba sola. No se estaba duchando. No estaba estudiando ni en completo silencio. Aquella noche de principios del verano, su novio la había visitado y dialogaban entre risas sobre su cama.

Casi estaba dormido en la mía cuando me pareció oir un pequeño gemido. Sobre-excitado, me levanté sigiloso para acercarme a la pared. ¿Una nueva falsa alarma, provocada por mi calenturienta mente?

Para nada. Ella y su novio estaban follando, y lo hacían con la intimidad que da la tranquildad de que no hay nadie en casa. Con la diferencia de que yo sí estaba, al otro lado de una delgadísima pared, fascinado por lo que allí ocurría, absolutamente descompuesto, casi taquicárdico, ante lo que iba a ser mi primera experiencia de primera mano con el mundo del sexo real. Un polvo de verdad. No mío, pero casi. Sin guión. Sin iluminación artificial. Sin actrices despampanantes.

Su orgasmo y el de su pareja fueron épicos. Desnudos, tras pasar casi media hora gimiendo, gritando, un tercer orgasmo tuvo lugar del otro lado de la pared. Silencioso mientras me corría, mi compañera se metió en el baño para limpiarse el coño. "Me lo has dejado lleeno de babas, cariño". Absolutamente indescriptible.

Mi primer año en la Universidad fue, como habreis podido comprobar, inolvidable. La vida del estudiante se había apoderado de mí en el sentido más hedonista de la palabra y, fiesta tras fiesta, el curso había llegado a su fin.

Los costes de vivir en una Residencia son muy altos y los años en la Universidad, numerosos. Motivos más que suficientes para que tuviera que tomar una decisión de la que tampoco me arrepentí: buscar un piso compartido.

La vida en un piso de estudiantes es diferente en varios sentidos. En primer lugar, siempre hay jaleo. En segundo lugar, los momentos de intimidad son muy escasos e insuficientes, por no decir casi inexistentes.

Mis tiempos de anarquía y autogestión onanista habían llegado a su fin, y se impuso una reducción forzada del número de actos, así como una limitación sustancial en los horarios de los mismos. Tuve que sustituir cantidad por calidad. Lo hice bien.

Básicamente, solo podía hacerlo en dos momentos: de noche con todo el mundo en la cama (lo cual sucedía demasiado tarde) o con la casa vacía y sin perspectivas de que nadie apareciera por sorpresa.

Esta última posibilidad no era complicada pues, en aquella época, mis compañeros de piso solían marcharse a sus pueblos casi todos los fines de semana. Si bien la perspectiva de pasar solo y aburrido los mejores días de la semana provocó que yo hiciera, en demasiadas ocasiones, el mismo viaje de vuelta al hogar familiar, he de decir que mis extraordinarias necesidades fisiológicas no se redujeron y me obligaron a aprevechar de vez en cuando la atractiva perpectiva de disfrutar de ¡dos días! de completa soledad.

Raramente los pasaba completamente solo. Lo normal es que quedara con los amigos para salir de noche. Soy pajero, no autista. Pero el resto os lo podeis imaginar. En mi línea.

No obstante, lo que ahora os voy a relatar no tuvo ocasión en uno de esos lujuriosos fines de semana, sino al finalizar uno de ellos.

Un domingo cualquiera, al llegar de pasar el fin de semana en casa de mis padres, me encontré el piso vacío, sin nadie. Esperé y esperé hasta que lo tardío de la hora me hizo perder la esperanza de tomar una cerveza en compañía. Todos mis compañeros habían retrasado su vuelta al lunes por la mañana.

Fue entonces cuando mi mente pergeñó un plan: me metería desnudo en la cama e intentaría masturbarme muy tranquilo, tratando de disfrutar el mayor tiempo posible. Lo que nunca planée fue que aquello fuera a durar tanto.

Como sabeis, nunca he tenido ni escrúpulos ni vergüenza por hacerle cosas a mi cuerpo. Todo lo que da placer está ahí para dar placer, y hay que aprovecharlo.

Me metí desnudo en la cama y empecé a frotarme de la manera tradicional, pajeándome con la mano, frotándome contra las sábanas, contra el colchón, en las más diversas posiciones. Para que no me sobreviniera el orgasmo y para aguantar el mayor tiempo posible hacía pequeñas paradas, gracias a las cuales reducía un poco mi excitación (por lo que prolongaba el tiempo hasta el orgasmo) y, además, daba un poco de descanso a mi polla.

Sé por experiencia que cuando llevo mucho tiempo pajeándome empieza a dolerme de estar tanto tiempo excitada. También sé por experiencia que, si antes de irme a la cama me he empezado a masturbar, no concilio el sueño hasta haber terminado. Todo se unió hasta perder el control de la situación.

Tras un rato jugando con las manos, empecé a jugar con la almohada, al tradicional estilo de tumbarme sobre ella y masturbarme a base de movimiento pélvicos. De la mano al cochón, del colchón a las sábanas y de las sábanas a la almohada, todo ello regulado con paradas de descanso "estratégicas" y tranquilidad, mucha tranquilidad, llegué a estar masturbándome en la cama nada más y nada menos que hora y media o dos horas

Pero la sobre-excitación no terminaba. La cama terminó por quedarse pequeña, de manera que me levanté y empecé a pasearme desnudo por la casa. De esta manera, a todo lo anterior uní pequeños paseos nocturnos por todas las habitaciones del piso, visitas a la terraza, los sofás y la programación de televisión, que a esas horas emiten erotismo duro si no porno.

Y así, de cama al salón, y del salón a la cama pasé otra hora larga. Incluso tenía que aplicar agua fría de vez en cuando a mi polla para reducir un poco el calentón. Después de tanto frotamiento ya la tenía un poco escocida.

Nunca me plantée correrme. En aquellos momentos lo único que me pedía el cuerpo era precisamente jugar y disfrutar durante el máximo tiempo posible, de la manera más placentera que encontrara.

A todo esto y después de tanto rato todo eso se me quedé pequeño. Me metí en la ducha y allí me pajée otro rato hasta que decidí salir. Y necesitado de alcanzar un placer como el de aquel día en la ducha de la residencia, busqué algo para masturbarme analmente. Al principio metí sólo un dedo, después poco a poco más hasta que me cupo el juguete entero. Y metiendo y sacando me estuve hasta que me aburrí de ello.

Cómo terminó todo no lo sé. Hoy día sólo puedo decir que después de 4 ó 5 horas masturbándome lo había alargado todo tanto y había disfrutado de tal manera que ya no me apetecía correrme. Era imposible tener un orgasmo la mitad de placentero que lo que había sentido hasta entonces.

Me dormí pronto y al día siguiente fui a clase a las 8.30, después de dormir no más de dos o tres horas.

Los pajeros de la vieja escuela como yo tenemos un amplio bagaje de autosuficiencia. Hasta hace poco, el sexo y el porno no estaba al sencillo alcance de un ratón como ahora. La imaginación jugaba un papel importante, y también la inteligencia o la astucia a la hora de pergeñar el acceso a ella.

Internet empezó a convertirse en mi principal fuente de placer en las vacaciones que siguieron a mi segundo año en la Universidad. Lo cual coincidió con mi época de mayor fertilidad, masturbatoriamente hablando. En el calor de mi vigésimo verano sobre el planeta protagonicé mis mayores proezas. Horas y horas de placer, litros y litros de sudor, semen para preñar a un regimiento.

Debido a un trabajo en prácticas que me obligaba a no salir de vacaciones con mis padres, mi casa se quedaba por primera sola para mí, durante más de tres semanas. Tiempo que no tardé en aprovechar. Y no leyendo a Platón, precisamente.

Mis primeras incursiones en Internet, protagonizadas años antes, no iban más allá que la búsqueda de fotos que saciaran mi curiosidad sobre el sexo explícito y el cuerpo íntimo de la mujer. Recuerdo la foto de una playmate que, impresa a color, llevaba siempre escondida en mi carpeta al instituto. Pero mi curiosidad iba ahora mucho más allá. Y los chats empezaron a interesarme.

Al principio, entraba con cierta vergüenza. No obstante, aún mantengo ¡una! chica agregada al MSN de aquella época. No es atractiva ni me da mucho juego. Pero siempre hablo de sexo con ella.

Aquel verano busqué mucha información, leí muchos relatos, investigué en los sex-shops online y hablé bastante de sexo con muchas chicas. Pasé días enteros completamente desnudo delante del ordenador, con la polla tiesa todo el tiempo, investigando y descubriendo cosas nuevas.

También organicé fiestas, claro está, si bien con cierto cuidado, pues en lo profundo de mi ser tenía la sensación de que mis invitados recibirían las vibraciones que mi permanente bacanal había dejado en el lugar. Olor a sudor, ambiente cerrado, calor... No podía evitarlo, era entrar en el hogar y sentirme incapaz de hacer nada que no fuera provocarme placer.

El año siguiente pusimos Internet también en mi piso de estudiantes. Mi perdición total.

Mi tercer año en la Universidad (y segundo en un piso de estudiantes) fue, probablemente, uno de los que mejor sabor dejó en mis labios y recuerdo en mi pene. Respecto al año anterior, muy pocas cosas habían cambiado. Seguíamos viviendo en el mismo piso y mis compañeros eran prácticamente los mismos. La experiencia de un año de convivencia habían enriquecido nuestra amistad, desde entonces ya inquebrantable.

Atraídos por una oferta que la empresa de cable de nuestra ciudad había hecho a los jóvenes estudiantes, decidimos incorporar dos mejoras que resultaron decisivas. Una, la llegada de la televisión temática. Y dos, la llegada de Internet.

El porno, hasta entonces solo disponible en la programación nocturna de la televisión local, empezó a fluir por nuestros PC, facilitando el acceso al mismo durante las 24 horas del día, e incrementando nuestra experiencia y cinefilia.

Pero además, el acceso a los chats se empezó a hacer habitual, unas veces en grupo, otras en privado. Poco a poco empecé a hacerme un experto en el género.

Mi experiencia con el cibersexo es importante. No así el nivel de mi éxito. Si bien es verdad que he hablado mucho, aprendido más y disfrutado bastante.

En realidad, mi práctica habitual no es la del cibersexo propiamente dicho. No me llama la atención describir un acto sexual imaginario a la vez que me masturbo. Mi interés va mucho más allá. Me gusta llegar al fondo de la cuestión, conocer a la persona con la que hablo desde el punto de vista más íntimo, más profundo. Llegar a conocer detalles que de otra manera nunca conocería. Hablar de cosas de las que nunca hablaría. Me gusta conocer la experiencia, las reflexiones, los gustos de la persona con la que hablo. Me gusta que abrir lo más profundo del ser de las personas. Sus fantasías, sus secretos más inconfesables. Su primera vez. Su última vez. Sus juguetes favoritos.

Pero la máxima expresión de todo esto llegó más adelante. Aquel año pasará a la historia por ser el de las "pajas interactivas".

Un día, durante un largo viaje, se cruzó por mi mente una idea genial. En mi casa tenía una pequeña cámara de vídeo que apenas utilizaba. ¿Y si enchufara la cámara al ordenador y la utilizara en el chat? Miles de morbosas ideas empezaron a inundar mi mente. Pero para ello, necesitaba un adaptador para enchufar la cámara. Dicho y hecho. Unos días después compré el adaptador, probé a enchufar la cámara y ¡bingo!.

Mi idea original era digna de Premio Nobel. En una época en que empezaban a aparecer al mercado las primeras webcams, yo tenía un ingenio casero con el que divertirme, pasando completamente desapercibido por el resto de mis compañeros. La idea era la del intercambio. Yo mostraría mi tremenda verga por la cam, así como todo mi cuerpo desnudo, y a cambio la otra persona me acompañana en el acto sexual. Incluso cabía la posibilidad de que la otra persona encendiera su cam y lo hiciera conmigo.

La primera vez que conecté la cámara sería por estas mismas fechas de hace unos 6 años. Aunque aquella Semana Santa yo tenía que trabajar, solo lo hacía durante 4 días. Todos los demás los tenía libres. Mis compañeros, por supuesto, lejos de casa y sin posibilidad de visitas inesperadas.

La primera chica a la que mostré mi cuerpo desnudo me hizo albergar grandes esperanzas. Se hacía llamar Vicky y era de Madrid, aunque estaba de vacaciones en Alicante. Me decía que en Madrid tenía cámara y que en cuanto llegara me enseñaría su cuerpo y se masturbaría para mí como yo lo iba a hacer para ella. Me masturbé para ella un día, después otro, después otro y cuando se suponía que ella me iba a devolver el favor (como ella misma repitió varias veces, me lo merecía) ya no volví a saber más de ella. Lástima.

De la noche a la mañana, mis pajas tomaron una nueva dimensión. Era lo que yo llamé "pajas interactivas". Acostumbrado a hacerlo en la más tremanda soledad, la compañía y la interactividad de una maravillada desconocida me daba sensaciones grandiosas. Me convertí en un auténtico exhibicionista de la Red. Con la vergüenza completamente perdida, enseñé mi acto a decenas de chicas. Y hacía todo lo que ellas me pedían.

Al principio lo hacía sólo cuando no había nadie en casa. Es decir, puentes, vacaciones o fines de semana. Pero en mi máxima perversión, ya lo hacía por la noche cuando todos dormían, no podía evitarlo. Era una fuerza que me llevaba a hacerlo y que no podía impedir. Es como si hacerme una paja normal no me llamara ya la atención. Era adicto a las pajas interactivas.

Por supuesto, aprendí muchas cosas. Pero más allá que del tema sexual, aprendí mucha psicología humana. La más negativa, que hay mucha gente mala por Internet.

También aprendí que en el mundo de Internet hay muchos chicos que toman la iniciativa. Y muy pocas chicas. Por no decir ninguna. Una representación real de los roles de la sociedad. Eso sí, una vez encuentras una chica dispuesta a abrirse y a seguir tu juego, al diversión es enorme.

Tras catorce años buscando el nirvana de la masturbación, aún me encuentro lejos, muy lejos de él. Año a año me he encontrado con necesidades nuevas, diferentes, imposibles de saciar. La ausencia de necesidades de otro tipo (sexualmente me encuentro satisfecho) tal vez ha reducido la intensidad y la frecuencia de los actos. Pero lejos de desaparecer de mi vida, aparecen nuevos retos que difíciles de superar. No puedo evitarlo. Es superior a mi ser. Años después, sigo sintiendo mi libido por las nubes cada vez que me encuentro solo en casa. Mi curiosidad me puede e Internet consigue calmarme pero no saciarme.

Las técnicas del pasado pasaron a la historia. El morbo está en mi disco duro, en los chats y en las páginas de descarga. Casi todos mis actos son de pié y delante de una pantalla. Vídeos, relatos, imágenes y charlas.

Como en los viejos tiempos, por si un día la necesidad aprieta, el papel higiénico sigue escondido en mi armario. Sentado delante de la pantalla, busco en mis enlaces o en las carpetas ocultas en algún lugar que solo yo conozco. Los pocos sitios web que no son de pago son la fuente de gran parte de mi placer. Estancado tal vez, quizá por la falta de intimidad, las visitas inesperadas y el sexo de pareja en mis fines de semana. La ropa desaparece pausadamente mientras me despido y cierro la puerta con pestillo poco antes de irme a la cama. De pié, papel en mano, ejercitando los músculos de mis piernas que se estiran y se contraen mientras mi mano masajea de forma más o menos regular las zonas erógenas de mi trabajado pene. Mirada fija en la pantalla, ojo avizor a interferencias externas, concentración máxima. A poco de alcanzar el orgasmo, papel en mano para evitar manchas primero y papel al cajón o al retrete después.

En los últimos tiempos también he experimentado y sacado buen provecho de numerosos objetos creados para el sexo y la masturbación. Comprados secretamente y escondidos por poco tiempo en lugares recónditos de mi cuarto. Mi máxima privacidad masturbatoria es desconocida hasta para los que están más cercanos, incluso sexualmente hablando. He probado las bolitas chinas, los lubricantes, algunos tipos de vibradores... Aún me queda mucho por probar. Tengo 27 años y la masturbación sigue siendo mi afición favorita.

Hay cosas en la vida que, por mucho que las hagas, nunca quedas satisfecho. El sexo es una de ellas y, dentro del sexo, la masturbación. Probablemente muchos de mis lectores y lectoras lo hayan hecho con mayor frecuencia de lo que lo he hecho yo. Seguro que muchos han disfrutado el doble. Pero el placer que yo he recibido, durante todos estos años, no tiene precio.

La realidad es que todavía no he logrado sentirme satisfecho. A una buena sesión puede que le siga otra no tan buena, pero la siguiente seguro que supera a la anterior. Es un ansia retroalimentado, permanentemente insatisfecho, que se hace y se rehace en continua ascensión.

Me encanta el sexo. Me encanta la masturbación.