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lunes, 16 de agosto de 2010

Manualidades

El mensaje seguía ahí, en su celular. Cuando lo recibió, aunque trató, no se atrevió a borrarlo, y desde aquel día habían pasado semanas, meses. Era un mensaje de su último amante. Se habìan separado y pese a ello, en ocasiones intercambiaban mensajes por celular o "platicaban" enviándose correos electrónicos, y si decidió a suspender esa forma de comunicación fue porque los correos habían subido de tono hasta convertirse en algo erótico o "inconveniente"; además sentía coraje contra aquel hombre que la había botado de su vida. Sin embargo el último mensaje recibido no lo había borrado, tal vez porque tenía que ver con algo muy íntimo de su forma de ser, y ahí estaba, guardado en la memoria de su teléfono, y de vez en cuando lo releía cuando estaba sola, como aquella tarde en su recámara: presionó la tecla "mensajes" y buscó en "mensajes recibidos", y ya con cierta ansia presionó el que buscaba:

--"¿Te haces chaquetas?, quisiera saber cómo, ¿me cuentas?".

Con la vista fija en la diminuta pantalla del teléfono móvil imaginó su respuesta al mensaje: "¿todavía quieres saber cómo me lo hago?, me acarició el clítoris con el dedo medio de la mano derecha, pongo en la entrada de la cuevita un dedo de la mano izquierda y juego a penetrarme, no con todo el dedo, sino nomás tantito, con la punta del dedo removiendo ahí, presionando un poco, sintiendo como el hoyo se abre, el dedo sobre el clítoris se hace más activo, se remueve sobre esa cosita dura y sensible, hago círculos sobre el, lo acaricio, lo mimo primero suavemente, poco a poco, sigo así, cada vez más agitada y caliente; los jugos mojan mis dedos y sigo, el olor de mi pucha inunda el cuarto, sigo acariciándome abriendo con los dedos los labios carnosos de la pepa, toda la zona se hace más sensible y se hincha, los jugos escurren entre mis dedos y empapan todo mi sexo, siento que algo riquísimo corre desde las puntas de mis pies y sube rápidamente por mis piernas, que tengo abiertas en compás, y cierro los ojos disfrutando del enorme placer, y siento que la respiración se va, escapa de mi, y de repente termino, la venida me llega, tumultuosa, a veces, haciendo que mi cuerpo brinque sin control sobre la cama, pero otras ocasiones me llega lento, muy suave, hasta que me hace suspirar y termino mojada, satisfecha, jadeando, suspirando".

"¿Es así?, ¿sería capaz de decir todo eso en un mensaje por celular?, mejor un email, si, pero… ¿cómo?", piensa mientras se va quitando la ropa, primero la falda del uniforme donde trabaja como maestra, escocesa a cuadros, escolar, luego la blusa blanca, y cuando intenta desabrochar el sostén mira la ventana, las cortinas abiertas dejando entrar el sol del atardecer, y se levanta de la cama para correr las cortinas dejando un haz de luz que ilumina poco la habitación, y se detiene ahí, junto a la ventana, dejando que el haz de sol ilumine su rostro, y piensa, imagina "pero ¿cómo decirle todo eso?, ¿cómo decirle todo lo que siento al hacerlo?, ¿cómo decirle que sólo yo sé como acariciarme la pepita?, que sólo yo conozco cada contorno de mi sexo, cada rincón, cada pliegue, ¿cómo explicarle que se me de memoria como responde mi cuerpo?, que ningún hombre jamás sabrá tocarme como yo me toco, que a veces sólo basta pasar mi mano sobre mi pantaleta y sentir las diminutas rugosidades de mis vellos y los bordes carnosos de los labios para excitarme y sentir que me llega el orgasmo, ¿cómo decirle que a veces la venida es tan rápida que necesito masturbarme dos o tres veces?, me faltarían palabras y tal vez ni él ni ningún otro lleguen a comprender realmente lo que siento y todo lo que hago con mis dedos".

Sin querer se queda quieta, de pie frente al espejo de su recámara, mira su cuerpo semi desnudo, las chiches aprisionadas por el sostén negro, la comba de su vientre marcado por estrías, abajo su calzón azul –ya algo desgastado-- y a su mente llega un pensamiento prohibido: "¿y si…?" y el leve estremecimiento recorre su cuerpo, se sabe sola en casa, su madre anda de visita con uno de sus hermanos, podría hacer… aquello, se dice en silencio mientras sus ojos recorren el cuarto y siente que el estremecimiento se va tornando más intenso, sólo un poco pero las piernas le tiemblan, y con el pensamiento cuenta los días, diez, doce, tal vez, casi dos semanas que no se toca; entonces se decide, camina hasta la puerta con intensión de cerrarla pero se detiene, "no, mejor así, pensaré que alguien me ve mientras me hago la chaqueta, hummm, será excitante" y suspira mientras se recuesta en la cama, su mirada se fija en el techo de la habitación, donde está el ventilador y la lámpara –que si fueses capaces de hablar, ¡qué no dirían de lo que he hecho en este cuarto!, se dice--, mientras sus manos deslizan su calzón por sus piernas hasta zafarlo con sus pies; entonces mira hacía abajo, ve su sexo de vellos largos, rebeldes, crecidos, y entre ellos una que otra cana blanca, y cierra sus ojos, mientras su mano derecha recorre su vientre, lo siente flojo, va más abajo hasta tocar los pelos y cuando un dedo recorre la raja percibe la rugosidad de los labios internos, que en su caso sobresalen de la pepa separando los labios mayores, gorditos, morenos; pasa con lentitud el dedo índice de la mano derecha, sabe bien que su panocha responderá casi inmediatamente, abriéndose, como ansiando la caricia; al llegar al inicio de la pepa busca con la punta del dedo su clítoris, su botoncito, no le cuesta trabajo hallarlo al jalar los labios a los lados y suspirando deja ahí el dedo índice de la mano derecha e imagina, suspira, piensa; sus ojos van hasta la puerta y su mente recrea una imagen de años atrás: ella con las piernas abiertas, acostada de espaldas sobre la cama de su mamá, jalando la orilla de su pantaleta, mostrándole el sexo velludo a uno de sus primeros novios para que se "pajeara" a placer; y revive la excitación de ambos al hacer aquello, los frenéticos intentos del chico al chaquetearse viéndola así, y ella compartiendo esa situación prohibida, al final los chorros de mocos salpicando sus piernas, su sexo peludo, su calzón rosa de satén, ambos gimiendo o suspirando; en ese momento siente que no puede retardar más la venida y gime, su mano frota casi con violencia su panocha caliente y jugosa y su cuerpo brinca sobre el colchón, los espasmos le hacen cerrar las piernas mientras ruidosamente gime un enorme "aaaaaahhhh", y entre sus muslos la mano derecha se agita titilando con los dedos la pucha que palpita, su vagina se contrae con espasmos deliciosos que la hacen decir cosas como "si… métela, más… toda, la quiero toda, dámela… no la saques, más, así, más fuerte, más…", mientras sus dedos danzan dentro de su vagina, al final se queda como muerta, gimiendo muy quedo.

Un rato después, vestida con su bata de dormir, todavía con los rescoldos de la reciente experiencia se sienta frente a la computadora, dispuesta ya a contarle a su ex amante por mail todo lo que sintió al masturbarse: "¡hola querido!, ¿todavía quieres saber cómo lo hago?, espero que sí, hace un rato me hice la chaqueta, y no una sino tres, te voy a contar…, espero que te calientes y te la hagas con una de mis pantaletas que deje en tu departamento, ¿recuerdas?, ¿si?, bueno, resulta que…" y sus dedos se afanan sobre el teclado, decididos, ansiosos, contando algo de sus secretas intimidades.

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