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lunes, 9 de agosto de 2010

El estímulo de Joaquín

Mi nombre es Joaquín, soy un cuarentón y un hombre muy sano con respecto a mi estilo de vida, con excepción del sexo. Claro que, como todos sabemos, todos los seres humanos tenemos una debilidad, un lado oscuro, un punto débil o como gusten en llamarles. El mío eran las mujeres y estando casado tuve todo tipo de aventuras. Se me tornaba imposible resistirme ante la posibilidad de estar con una mujer. De esta manera, fui infiel a mi esposa durante largos años. Obviamente ella comenzó a sospechar de mis salidas y eso hizo que me descubriera en una de mis aventuras. Como era de esperarse nos divorciamos.

Del divorcio pasó ya bastante tiempo, y contrariando el pensamiento que la mayoría sostiene acerca de la persona divorciada, la cual posee mayor "libertad", pues a mí me sucedía todo lo contrario, ahora que no tenía mujer, prácticamente no tenía ninguna aventura. Resultaba una ironía, pero las cosas eran así.

Sin embargo algo ocurrió hace un tiempo, algo nuevo e interesante, ya que jamás había hecho algo igual.

Conocí hace unos días atrás, a una mujer algo más joven que yo, divorciada también pero sin hijos. Su nombre era Sandra y realmente resultaba una mujer muy atractiva y sobretodo muy sensual. Hacía ya varios días que habíamos comenzado un jueguito por teléfono. El mismo consistía en que ella llamaba e iniciábamos una conversación normal, hasta que uno de los dos formulaba una pregunta picante, entonces automáticamente pasábamos a lo estrictamente sexual. A todo esto debo decir que no habíamos tenido contacto físico alguno hasta el momento, sí la conocía personalmente, pero de común acuerdo y para que el juego realmente nos diera resultado, decidimos no llevar a cabo un encuentro sexual, hasta que no estuviéramos lo suficientemente calientes.

Recuerdo que la última conversación fue algo así:

_ Y preciosa ¿Qué tenés puesto ahora?

_ ¡Estoy solamente con una tanga, mi amor!

_ ¡Mmm! ¡Que hermosa, te imagino en el sillón, semi desnudita…!

_ ¿Si? ¿Me imaginás toda? ¿Te calienta lindo?

_ ¡Si mi amor, me calienta mucho, mucho! ¡Aaaahh! ¡Ahhhh!

De esta manera, vía telefónica, íbamos excitándonos y en un momento Sandra me hizo una pregunta, que me enloqueció a más no poder:

_ ¿Y Joaquín? ¿Cómo la tenés de dura? ¡Decíme que está muy dura tu pija, dura para mí!

En ese instante estaba recostado en el sofá, y Sandra como siempre había logrado que tuviera una buena erección, pero la gracia del juego consistía en que, debía calentarme lo más que pudiera y luego cortarme. La muy perra lo logró, estaba calentísimo, con ganas de que aquella hembra continuara susurrándome obscenidades por el tubo.

Estaba tan caliente que me quedé mudo y solamente me tocaba la verga. Sandra advirtió mi extrema calentura y cortó. Permanecí inmóvil en el sofá, mientras observaba como mi bulto se me marcaba en el pantalón. En mi mente volvía a recordar las palabras y los jadeos de Sandra, visualizaba su cabello enrulado y largo, sus grandes senos, su cola parada, su tanga metida entre los carnosos labios de su concha. La pija estaba cada vez más dura y mi corazón latiendo con todo. Me desabroché el botón, bajé el cierre y dejé mis pantalones hasta la rodilla. Me manoseé la verga un buen rato sobre el calzoncillo. La pija se me iba hacia un costado, buscando salir por algún borde del slip verde. Pensaba y me tocaba todo. Ya no aguantando más y deseando saciar el fuego que me consumía, me bajé el calzoncillo y por fin mi pija quedó al aire, dura como una roca, preparada para en este caso satisfacerme a mí mismo.

Tome mi pene con la mano derecha y comencé a subir y bajar lentamente. Con la otra mano me masajeaba los testículos de forma circular. Me sentí algo diferente, sentí que en un momento dado, retornaba a mis épocas de adolescente. A las frenéticas pajas. A la autosatisfacción oculta. Sucedía algo parecido. Mi mente continuaba ofreciéndome el cuerpo de Sandra, sus pezones duros como clavos, sus tetas… ¡sus tetas me volvían loco!, eran hermosas, imaginaba chupándolas de manera salvaje, empapando de saliva esos enormes melones. ¡Ahhhhh! Apretándolos, y luego metiendo mi pija entre esas dos montañas ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhhhhh! Ya me encontraba masturbándome con todo. Mi mano subía y bajaba muy rápido por todo el largo de mi verga, mientras mis bolas se sacudían al ritmo de la paja.

_ ¡Aaah! Sandra, perra hermosa, como quisiera tenerte ahora ¡ahora! ¡Ahhhhhh!.

Me pajeaba muy rápido, sintiendo que el corazón me iba a estallar. Me detenía un momento, me acomodaba y continuaba excitadísimo. Recorría mis bolas, las tiraba hacia abajo suavemente, las acariciaba una y otra vez. Luego apretaba la pija y algunas venas resaltaban, dándole al endurecido miembro, un aspecto amenazante. A esta altura jadeaba descontrolado, sintiendo de a momentos venirme la terrible eyaculación.

Estuve a punto de acabar, pero no quise hacerlo, así que me detuve bruscamente, aguardé uno segundos y contemplé mi glande empapado del líquido pre seminal. Eso me calentó aún más, y pasando mi dedo índice sobre la cabeza, saqué todo el líquido y me lo pasé por toda la extensión de mi pija a modo de lubricante.

_ ¡Ahhhh! ¡Ooohhh! ¡Oooooohhh! Y desparramado en el sofá, con la camisa entreabierta, abrí mis piernas y reanudé la placentera y hermosa paja que me estaba haciendo.

_ ¡Uhhhh, uhhhhh, oooooh! Mi mano caliente recorría cada centímetro de mi palo endurecido, manoseaba la cabeza, y bajaba fuerte hasta chocar contra mis huevos.

_ ¡Mmmmm! ¡mmmmmm! ¡Ohhhh! ¡Ohhhhh! Me encontraba tan caliente que no me hubiera dado cuenta si alguien entraba. Cambiaba de mano, y arremetía con todo la verga. El líquido pre seminal me brotaba como el agua que sale de un bidet.

No soportaría mucho más, así que antes de llegar al preciado orgasmo, me senté de costado, y coloqué la verga entre mis piernas. Las cerré y comencé a moverme con fuerza mientras sentía como mi glande caliente y humedecido rozaba los vellos de mis muslos.

Con la otra mano masajeaba mis pelotas. Jadeaba descontrolado como un sátiro. Los jadeos se intensificaban y se volvían exclamaciones furiosas de placer. ¡Estaba gozando como un perro!

_ ¡Ahhh, ahhhhhh, ahhhhh! ¡Sandra, esta acabada es por vos! ¡Ahhhh, ohhhhh, ohhhhhhhhh! E imaginaba sus hermosas tetas, su culo parado y su concha mojada de abundante flujo.

Saqué el pene de entre mis piernas y recostándome hacia atrás di los últimos toques para que de una vez por todas eyaculara toda la leche acumulada en mis testículos.

_ ¡Oooh Sandra, ohhhh, ohhhhh, oooooooooohhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh! Y grité como un desquiciado.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco potentes chorros de espeso semen salieron disparados, empapándome el pecho, parte del estómago y el tapizado del sillón.

_ ¡Uuuuuuuh! ¡Ufffff! ¡Oooohhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhhhh!

Quede tumbado en el sillón durante largo rato, sin fuerzas, sintiendo un calor en mi rostro y en mi cuerpo; mi verga volvía a su flaccidez y mis testículos descendían relajados y vacíos por fin de leche.

Me costó incorporarme posterior al bestial orgasmo, me senté despacio y vi mi propia esperma en mi pecho descender hasta la cintura. Me causó gracia.

El teléfono sonó. Atendí y uno de mis hijos avisábame que vendría a visitarme en una hora. Colgué y corrí al baño a pegarme una ducha para enjuagarme el cuerpo. Durante el baño volví a masturbarme y me sentí nuevamente, algo más joven.

Salí de la ducha sonriente, para vestirme y aguardar mi visita.

Aún pensaba en Sandra y pensaba también lo bueno que es jugar con la imaginación, el teléfono, y las manos de vez en cuando.

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