Mi lista de blogs

domingo, 25 de julio de 2010

La Mano Misteriosa

Jaimito se había quedado solo en casa aquella tarde. Tenía unas dos horas por delante hasta que volvieran sus padres del Hipermercado. ¿Sería tiempo suficiente para realizar sus sucias y desviadas intenciones? Él creía que sí, y sin pensárselo más se levantó de la cama dispuesto a todo.

Lo primero que hizo después de arremangarse fue depilarse el brazo izquierdo desde el codo a la muñeca. Luego se pintó las uñas de un color rosa chillón bastante hortera, pero era el único que tenía su madre. Hurgó en el joyero y sacó dos pulseras de plata y un par de anillos, uno de ellos de los del "Teletienda" con brillantes más falsos que Judas. Ya estaba casi listo para su orgía autónoma. Sólo faltaba sentarse sobre la mano de los abalorios hasta que se durmiese. Cuando la tuvo suficientemente entumecida, sonrió: en ese preciso instante iba a dar comienzo la increíble y tantas veces atrasada velada de "la mano misteriosa". Escogió la izquierda porque le habían dicho sus colegas que así parecía que se lo hacía otra persona.

Ya en el salón se imaginó que acababa de llegar a casa después de un duro día de trabajo. Iba a sentarse a leer la prensa vespertina, pero creyó ver que algo se ocultaba detrás de la ventana de la terraza. Se acercó de puntillas y miró con atención. De repente (y después de haber metido la mano arreglada por debajo de la cortina) lo comprendió: su amante secreta, la Señorita Manuela, se había escondido allí.

¿Quién anda ahí?- dijo.

Entonces una preciosa mano delicadamente femenina salió y le acarició el pecho.

- ¡Eh! ¿Y esta mano? –

La mano empezó a desabrochar con torpeza los botones de la camisa. "Pobre señorita Manuela: está nerviosa ante un chicarrón como yo." La mano bajó y le rozó el paquete. "¡Vaya con la muy cachonda!" pensaba Jaimito.

Le agarró los huevos. Se estremeció de gusto mientras se los sobaba, pero, para seguir con su comedia, se resistió un poco.

No señorita Manuela, apenas nos conocemos, y aunque sé que soy irresistible... tengo que pedirle que deje estos tocamientos indecentes.

Sujetó su mano izquierda con la derecha y durante unos segundos se echó un auto-pulso. Curiosamente perdió la derecha, que humillada se llevó un buen pellizco.

Está bien, señorita. ¡Tómeme!-

La mano no desobedeció y le bajó la cremallera. El miembro salió disparado y chocó con las pulseras, provocando un suave tintineo metálico. Comenzó a rozar el frenillo con el anillo y a pellizcar con mucha ternura (ya tenía la mano despierta) el glande con aquellas uñas toscamente pintadas. Luego agarró con el índice y el pulgar el capullo y empezó a dar suaves sacudidas arriba y abajo con otras ocasionales (y presuntamente inesperadas) mucho más rápidas y violentas que retiraban el pellejo de todo el glande hasta abajo y que obligaban a Jaimito a apretar todos los músculos de la pelvis para contener el éxtasis.

Ohhhhh...Me encanta señorita Manuela. ¡Ordéñeme como a una vaca! –

Se la empezó a machacar como un poseso. Cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás, presa de la excitación que sus ágiles dedos arrancaban de su sexo. Durante unos cinco minutos le estuvo dando a la zambomba hasta que notó que se venía. Sin parar en ningún momento metió la mano derecha en el bolsillo para sacar el trozo de papel de water que, demasiado tarde, se dio cuenta que no había cogido. No podía parar, su mano había cobrado vida propia, así que tuvo que usar la derecha para evitar ponerlo todo perdido. Le vino el orgasmo y con un jadeo entre triunfal y angustiado se corrió en su propia mano.

Sonó la puerta de la casa al abrirse. Jaimito sintió la adrenalina correrle por todo el cuerpo y el pánico apoderarse de sus vísceras.

¿Jaimito? Ya hemos vuelta, que el hiper hoy estaba cerrado. –

En sólo unos segundos sus padres lo descubrirían allí, medio desnudo, sudoroso, con una mano pringada de lefa y otra pintada, depilada y llena de baratijas, y lo que aún era peor: sujetándose la polla.

¿Jaimito?...¡Jaimito! Pero qué...¡Dios mío Jaimito! –

Verás mamá, yo....-

Y con los nervios agarró con la mano derecha la cortina del salón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario