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viernes, 30 de julio de 2010

Al despertar

Sonó el despertador.

Nada más despertar noté como mi polla estaba totalmente erguida y dura como el hormigón.

Seguro que había soñado con algo excitante, pero no recordaba el qué.

Salté de la cama como duermo, desnudo, y sin ponerme nada me dirigí al cuarto de baño.

Me puse bajo la ducha y empecé a enjabonarme el cuerpo.

La polla no se resignaba a disminuir su rigidez y dureza.

Entonces me cogí la polla con una mano, bajé la piel y dejé al descubierto el glande.

Empecé a recorrer su borde con la ducha a toda presión, encontrando puntos donde me daba placer y otros donde dolía levemente.

Hubiera podido correrme de esa forma, pero bajé el chorro de agua hacia mis testículos, los cuales masajeé durante un pequeño rato.

Luego seguí bajando el chorro por el perineo, muy lentamente, hasta llegar a mi ano.

Allí lo mantuve durante más tiempo, dando vueltas a su alrededor, mientras hacia un leve esfuerzo para sacar mi esfínter y de esa forma sentir más placer.

Empecé a jugar con él, sacándolo y contrayéndolo, alternativamente, mientras el chorro de agua lo masajeaba.

Salí de la ducha y me situé en la taza del vater.

Allí empecé a defecar, lentamente, muy lentamente, sintiendo como salía mi marrón acariciándome las paredes del intestino, complaciéndome con ello.

Cuando terminé, me senté en el bidé, y empecé a dar vueltas sobre el borde del ano con la yema del dedo corazón, lentamente, haciendo lentas circunferencias a derecha y a izquierda.

Luego fui introduciendo el dedo, haciendo fuerza contra las paredes del esfínter, siguiendo con el trazo de esas imaginarias circunferencias.

Al tiempo que lo iba introduciendo más y más, la fuerza de mi dedo contra las paredes se hacía mayor.

Ya no resistía más, de golpe, introduje todo mi dedo dentro del culo, hasta que los nudillos de la mano hicieron de tope.

Entonces escupí mi saliva sobre mi glande, y empecé a restregar las yemas de mis dedos contra su borde, con fuerza, con la misma fuerza que empecé a follarme el culo.

Tardé unos minutos en correrme, intentando aguantar al máximo, quería seguir disfrutando de ese placer.

Mi esperma salió disparado con fuerza sobre la pared del bidé, al mismo tiempo que mi dedo salía del culo.

Luego recogí la leche salida y la esparcí por mi glande, acariciándome muy suavemente hasta que el placer fue disminuyendo lentamente.

Naturalmente tuve que pasar nuevamente por la ducha, la excitación y el placer habían dejado todo mi cuerpo impregnado de humedad lujuriosa.

Y así quedé preparado para afrontar un nuevo día.

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