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miércoles, 20 de abril de 2011

Sara y mis pajas

Trabajaba en una empresa más bien pequeña. Hace un mes que llegó una compañera nueva, Sara. Vestía muy normal, falda, pantalón, vestidos, conjunta bien.

Claramente deja adivinar y asomar unas más que interesantes curvas. Su culo era redondo, hermoso, me lo imagino con unos buenos carrillos para apretar con mis manos. Unos pechos redondos, algunos días debe traer unos sujetadores que desafían la fuerza de la gravedad haciendo que mi mirada se desviara continuamente hasta ellos.

Me atrae. Ojos grandes, redondos, grises, de golosa. Boca y labios carnosos, me los imagino chupando mi glande, haciéndome sentir oleadas de micro placer en mi pene. La imagino tragándoselo entero, hasta llegar a la campanilla.

Podéis ver que mis fantasías sexuales eran continuas con ella. Toda imaginación. Hoy ha traído pantalones ajustados, le sientan de maravilla. Imagino su coñito apretado con sus labios entre las gomas del tanga que sé que se pone (porque se asoma tímidamente algunos días por detrás del pantalón).

Me excito pensando en el. Que sus movimientos de caderas cuando anda rozan en sus labios, llegando al clítoris, produciéndole placer.

Me lo imagino excitado, mojando la parte final del tanga, mojando y llegando con sus fluidos hasta el ano, el placer que se debe sentir con el culo húmedo.

Sigo excitándome. Mientras hago que escribo con el ordenador, paso mi mano rozando mi pene, que empieza a despertar, a querer rozar ese ano, su coño, y todos los demás agujeros de este pedazo de hembrón.

Mi pene se pone erecto, pero mis huevos no le permiten estar recto. Si me pongo de pie ahora se notaría. Me meto la mano por el pantalón y me la coloco.

Sigo disimulando y haciendo que trabajo, pero mi mente continúa imaginando un sin fin de penetraciones en la boca, acometidas por su coño y ensartar mi pene pulgada a pulgada en su hermoso, estrecho, y apetecible culito.

Creo que es la hora de hacerse una buena paja, y así decido ir al baño. Me cierro. Bajo los pantalones, calzoncillos. Mi pene sale como un resorte, deseando ahora mi mano. Directamente, empiezo a meneármela.

Me encanta empezar de prisa, despacio, cambiarle el ritmo. Subir la piel y rodear el glande, bajarla hasta que el frenillo se estire hasta casi romperse.

Directamente le doy brío, deprisa, apretando fuerte, llegando a golpear los huevos.

Creo que me voy a correr. Si. Quiero salpicar la puta mierda de estos horribles azulejos. Incremento el ritmo y aprieto más fuerte, para que la lefa salga disparada más fuerte.

Cierro los ojos. Latigazo de placer, una corrida tremenda.

Mierda. Lo he dejado todo hecho un puto asco, lo limpio todo despacio, escrupulosamente, con una sonrisa de complacencia…

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