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miércoles, 20 de abril de 2011

MI PENULTIMA PAJA

Esta mañana, aún medio dormido, tendido solo en la cama, he empezado a masturbarme pensando en Carmen, mi compañera de trabajo. En el duermevela, la imaginaba arrodillada sobre mí, desnuda, con mi polla en su boca, mamándola suavemente, mientras su pechos colgantes, de largos pezones, acariciaban mis muslos y mis huevos y sus ojos me miraban directamente a los míos, suplicándome que le diera mi semen para tragárselo.

Mientras con la mano derecha bombeo sin parar mi tranca, con la izquierda jugueteo con mi ano, metiendo y sacando el dedo medio, chupándomelo y volviéndolo a meter. Cuando la leche ha saltado sobre mi estómago y mi pecho, la he recogido cuidadosamente con la mano, la he lamido, he comido una poca, me la he puesto en la boca, la he mezclado con saliva y la he vuelto a escupir sobre la mano, para luego restregarla por mi culo y meterme el máximo posible dentro del ano, empujando con los dedos, acariciando, remetiéndomela bien, mientras mi polla vuelve a ponerse dura y empiezo de nuevo el vaivén. Imaginaba que ahora Carmen se sentaba sobre mi polla y me cabalgaba, su pelo en movimiento, sus pechos saltando, gimiendo, pidiendo más, rogando, gritando de placer,…

Me he metido en el ano el consolador que comparto con mi mujer, hasta el fondo, y haciendo presión con las nalgas para que no se saliese, me he puesto en pie y me he acercado a la ventana. Estaba abierta pero cubierta por la cortina que se agitaba con la brisa, levantándose y volviendo a caer, dejándome ver el exterior sólo por unos breves momentos.

El aire y el sol, todavía suave, me producen un sensación muy agradable en la polla y en los huevos. Sin verla, he notado la presencia de la vecina que fuma en su balcón, como hace siempre, más o menos enfrente de mi ventana. Cada vez que se levanta la cortina, estoy seguro que ella me está mirando, pero no quiero que piense que yo me estoy exhibiendo, porque seguro que se asustará o se molestará. Quería que pensara que me había pillado por simple casualidad, mientras yo estoy mirando a la calle, allá abajo, con la polla tiesa, apuntando hacia el cielo. Me la acaricio cuando el viento vuelve a levantar la cortina, para que me vea bien, y luego me retiro, seguro de haberla turbado.

Sigo con las nalgas apretadas, sujetando el consolador, bien metido en mi ano. Aunque me cuesta un poco caminar, me voy a la habitación de al lado y espío por esa otra ventana. Efectivamente, la vecina está pendiente para ver si vuelvo a aparecer: no aparta la mirada de la ventana donde yo me he asomado antes. Bien. Sigue fumando, con los codos apoyados en la baranda, un poco echada hacia delante, con sus hermosos pechos marcándose en la camiseta que lleva puesta, aunque desde aquí no distingo si sus pezones están erectos.

Imagino que sí e imagino cómo sería acercarse por detrás a ella, levantarle la falda que supongo que lleva puesta y, mientras ella sigue mirando a la calle, follarla por el culo, metérsela hasta el fondo, que la punta de mi polla llegue hasta el fondo del ano, y ella que disimule, que goce pero sin hacerlo notar, mientras los viandantes siguen por la calle hacia sus destinos…

Me sigo masturbando, y juego con el consolador que llevo en el ano, lo hago rodar, me lo meto y me lo saco. Vuelvo a mi dormitorio y vuelvo a asomarme fugazmente, con la polla por delante. Ahora me atrevo a mirar de reojo, muy rápido, hacia el balcón de la vecina, pero ya no está. Decepción. La imagino tendida en su cama, excitada por que ya no es mi mujer sino la vecina de enfrente, le muerdo la espalda, le pellizco los pezones, le estrujo las tetas y me voy del todo sobre las sábanas mientras el consolador escapa de mi ano como sale un tapón, provocándome un último escalofrío de placer.

Cuando me tranquilizo, me levanto y arreglo un poco el estropicio de las sábanas, manchadas de semen que ha soltado mi culo. Limpio el consolador y lo devuelvo a su sitio, y me limpio también un poco de sangre que me han hecho las horquillas en uno de los pezones.

Me ducho y me vengo rápido a la oficina, que he llegado tarde, donde ahora escribo esto, mientras contemplo a Carmen sentada justo frente a mí, en su escritorio. Por debajo de la mesa aprecio sus muslos, aunque no puedo distinguir sus bragas, y me fijo también en sus tetas, grandes, un poco caídas, pero que tan deliciosas son. Las mordería ahora mismo.

Carmen está hablando por teléfono justamente con mi mujer, pues son muy amigas, y se ríe de lo que aquella le debe estar contando. Sus labios húmedos se mueven sensuales y sus pechos ahora saltan por la risa.

No me puedo aguantar más y me voy al lavabo a volver a masturbarme, imaginando que ella entra detrás de mí, sin que nadie se dé cuente, y se pega a mi espalda y me coge suave la polla, sacándola por la bragueta y es ella la que… ¡oh, joder, tengo que hacer algo con toda esta historia de Carmen y mi mujer y la vecina o a mí me va a dar algo!

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