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martes, 24 de marzo de 2015

Aprendiendo a masturbarme con mi amigo

A veces decía que hiciéramos juegos de resistencia consistían en acostarnos un turno boca arriba y otro boca abajo, en lo que uno estaba acostado el otro tenía que rodar sobre el piso y pasar sobre uno, pero la resistencia consistía en tomar tiempo y saber cuánto aguantábamos el peso arriba de uno. Cuando estaba yo boca abajo él rodaba y siempre se detenía arriba de mí arrimando su verga contra mi culo, podía sentir su erección pero no le daba importancia, luego me daba un poco de nervios por tenerlo así y le decía que ya no podía su peso, entonces el seguía girando y seguía mi turno, yo siempre me ponía arriba de él cara a cara y platicábamos chistes. Empecé a notar que después de jugar se metía al baño, siempre pasaba lo mismo y a mí me daba curiosidad, un día corrí a abrir la puerta. Él no esperaba que hiciera eso cuando abrí la puerta lo miré con el pantalón a media pierna e igual el calzón, su verga dura y muy peluda. Se estaba masturbando aunque a esa edad yo no sabía eso. Me explicó de que se trataba, era obvio que yo no tenía ni puta idea de lo que me hablaba, había visto un par de pornos, había tenido miles de erecciones, me había tocado la verga muy dura pero jamás me había masturbado, menos eyaculado. Él no tuvo problema alguno en que lo viera desnudo, menos masturbándose, era lo que le excitaba. Y ahí estábamos los dos frente a frente, me dio una leve introducción de lo que era masturbarse, de lo que eran los mecos, de todo, era un chico tan experimentado que por eso ni necesitaba jugar basketball o tener amigos para divertirse, todo para él era sexo. Yo era más alto que los demás, blanco, castaño claro, muy delgado y lampiño pero con la verga grande. Me dijo que me enseñaría a masturbarme pero que no debía contarle a nadie y que me enseñaría mucho más cosas. Fue a ver que todos estuvieran durmiendo, cuando regresó traía un pañuelo. Me vendó los ojos y me pidió que confiara en él. Algo había en mí que no podía resistirme, quería pasar más tiempo con él y experimentar más cosas. Estando vendado de los ojos se paró detrás de mí, me abrazó y comencé a sentir su respiración en mi oído, su bulto sobre mí, luego pasó al frente y me quitó la camisa. Empezó a tocarme el pecho y con sus manos rasposas me acariciaba la cintura, medía mi circunferencia, me olía y también acariciaba mi cabello, yo estaba excitándome al sentir sus manos sobre mí, cuando bajó mi short mi verga parecía atrapada en mi trusa. Vendado no era fácil y menos con los jeans abajo pero él me ayudó, él también había bajado sus jeans, luego puso su mano en mi verga y comenzó a masturbarme lentamente, agarraba mi verga suave sin estrujarla demasiado y me la jalaba hacía adelante y hacia atrás, estaba lubricando. Después escupió sobre mi verga, estando vendado sólo escuché el sonido y sentí esa saliva caliente en mi verga, él me acariciaba con una mano la verga y con la otra los huevos, jalaba mi escroto, yo deseaba pararme pero él no me dejaba tampoco que me quitara la venda, luego me pidió que yo mismo lo hiciera entonces comencé a masturbarme con mi mamo izquierda y agarrado de la mano derecha con la mano de él, con su otra mano acariciaba mis piernas, abdomen, pecho y cuello. Sentía que la sangre me hervía, la respiración agitada, luego me soltó de la mano y comenzó a masturbarse, un par de veces juntó su verga con la mía y el líquido preseminal de ambos se mezclaba. Me preguntó si sentía que ya me iban a salir los mecos. Como vio que no tenía claro si ya casi o no, decidió volver a masturbarme, esta vez con más saliva y mucho más rápido, ahora sí sentía mis huevos bien elevados y algo que me recorría desde ellos a través de mi verga, como si fuera a explotar algo dentro de mí, era un placer muy grande e intenso. Él sabía que ya me iba a vaciar, que iba a eyacular por primera vez y continuó dándole más duro a mi verga, las piernas me temblaban, lo tomé de la mano y se la quité la mano de mi verga. Me puse de pie, él insistía en que siguiera, se puso detrás de mí y puso su verga entre mis piernas, sentía su punta rozándome los huevos, me agarró con una mano bien apretado contra mi cuerpo y con la otra me la jalaba, me daba besos en el cuello y me mordía la oreja, yo le acariciaba sus nalgas, cuando sentía que ya me iba a vaciar me quité la venda de los ojos, deje de acariciarlo, me vi la verga durísima, las venas se me notaban demasiado, los huevos estaban duros y elevados a punto de eyacular y de pronto no podía más, lo agarré de los brazos, cerré los ojos y deje salir mis mecos por primera vez mientras él le seguía dando duro a mi verga con su mano, podía sentir a presión la salida de cada chijete, parecía que hasta el alma se me iba a salir y no podía dejar de gemir. Cuando abrí los ojos mis mecos habían llegado hasta la puerta del baño y había muchos tirados en el piso también y aún así mi verga tenía mecos también al igual que su mano, nuestros cuerpos sudaban, de pronto se puso frente a mí, agarro mi mano y me la puso en su pecho, yo comencé a acariciárselo mientras él se masturbaba y de pronto soltó también sus mecos. Me sacudió la verga, me la limpió con su mano y me subió el pantalón, luego hizo lo mismo con él y al final se limpió sus manos en sus jeans. La excitación ya se me había pasado, ahora sólo tenía un sentimiento de culpa, estaba sudado y quería irme a casa a descansar. Llegué a la casa, me bañé, cené y esa noche no pude dormir, no sólo de pensar en lo que había hecho con mi amigo sino también de las tremendas ganas que tenía por seguirme masturbando.

viernes, 20 de marzo de 2015

Mama me dejaba masturbarme

Mucha gente fantasea acerca de tener sexo con sus propios padres, tíos, hermanos, o primos, pero solo es eso fantasías. Los hay relatos acerca de ya tener coito con su madre y tratarla como una puta más de la calle, o que su padre o tío las follen como el mejor semental de las películas porno. ¿Pero en verdad alguien ha roto el verdadero respeto que existe en ello? ¿Tener siquiera el comienzo de sexualizar con tu madre? En mi caso yo de nacionalidad mexicana, aquí en mi país todavía hay mucho tabú por ello, pero personalmente si experimente el comienzo. Tenia 13 años, como cualquier chamaco de secundaria estaba en la edad de la "punzada" y siempre se me paraba el pene en cualquier lugar, yo un puberto calenturiento de secundaria siempre estaba mojado de tanto lubricar y no encontrar un baño rápido o lugar privado para masturbarme, lo reconozco, desde niño siempre he sido morbosísimo. Pero también era algo natural. Siempre me andaba masturbando en donde fuera, en el baño de la casa, en los baños de la escuela, en lugares apartados, en donde fuera que me excitara algo buscaba rápido un lugar discreto para masajear mi pene y sacar ese semen juvenil que me estorbaba. En casa solo vivíamos mi madre y yo, ya que mi padre nos dejo desde que tenia 5 años, y solo teníamos una recamara con una sola cama, una cocina y un baño pequeño con regadera. La cama la compartíamos desde que yo estaba bebe y hasta los 13 dormía con mi madre, era natural y sin nada de morbo antes de esa edad; antes de dormir mi madre se cambiaba de ropa poniéndose su ropa de dormir frente a mi sin pudor, se quitaba la blusa y me decía que le desabrochara el brasier por atrás para que se lo quitara y pusiera su playera pijama, enseñaba sin pena sus pechos que estaban bien dotados y firmes con unos pezones grandes y morenitos, mi madre era blanca como yo; de los pantalones se los sacaba y dejaba ver en lo que se ponía su pants pijama, sus pantaletas blancas de tela transparente su bulto de vellos púbicos negros; y no solo ahí ya que a veces cuando llevaba prisa se metía a bañar y a regañadientes me decía que me metiera a bañar con ella ya que sino perdía tiempo para llegar a su trabajo y yo a la escuela, ahí entre prisas veía sus pantaletas mojándose y pegadas a sus nalgas y vagina cayendo la espuma en todo sus cuerpo especialmente sus pechos hermosos. Un día a los 12 años me vio que me empezaba una erección y no la podía controlar, me vio que me ruborizaba y estaba nervioso por la situación, me vio a los ojos y solo se apuro, se seco y salio de el baño gritándome que me apurara, fue la ultima vez que me bañe con ella ya que se dio cuenta que su hijito ya estaba en edad caliente. Cuando dormía aun con ella me decía en las noches que me pegara a su cuerpo ya que en invierno el cuarto donde vivíamos de lamina de cemento se enfriaba mucho y teníamos mucho frío, en serio, y siempre antes de dormir me pegaba a su cuerpo aun sin morbo por atrás y hacíamos "cucharita", me quedaba dormido y ya no sabia nada mas hasta el otro día en que ella se levantaba y ya estaba preparando el desayuno y apurándome para que preparara mi ida a la escuela; una mañana hacia muchísimo frío como de 4 grados y no me quería levantar, ella ya estaba enojada porque ya se le iba a hacer tarde al trabajo y yo también al colegio, me gritaba ya con enojo:
-Ya párate!!!
Yo tenia otro problema, tenia unas erecciones cuando me despertaba que tenia que pensar en otras cosas para distraerme o sino se me iba a ver el bultote en el pantalón y esa mañana no podía controlar esa erección, la tenia mas grande y dura de la que conocía, solo se me ocurrió empezar a masturbarme rápido por debajo de las cobijas antes de que mi madre volviera de nuevo a la recamara que solo la dividía una cortina entre la cocina, estaba bien entrado en mi trabajo que no me di cuenta que mi madre de nuevo entraba y ahora me gritaba
-Ya párate cabrón y haz tus cochinadas en el baño, me vas a ensuciar las sabanas!
Yo solo me saque de onda y hasta se me espantó la erección rápido y me empecé a vestir con el uniforme de la secundaria, ya cuando me iba a la secundaria ni podía ver a mi madre ya que me había cachado en lo que según yo hacia en secreto, pero ni tan en secreto; en una ocasión ahora era lo contrario esa noche, era primavera calurosa y en las noches no soportabas el calor, entonces ahí si solo con una playera y shorts dormíamos los dos, y sin acurrucarnos, yo con el calor ni podía dormir y mi madre si se quedaba dormida ya que llegaba cansada de el trabajo y solo quería descansar, se volteaba a su lado de cama y yo en la otra orilla, entonces con el calor me ponía cachondo y me acordaba de las chavas vestidas como dije bien zorras en la calle o alguna imagen erótica casual que haya visto durante el día, entonces despacio y sin hacer movimientos bruscos que pudieran despertar a mi madre me empezaba a masturbar en la misma cama en que dormíamos mi madre y yo, me daba placer delicioso y me venia entre las cobijas, mi madre según yo no se daba cuenta. Una noche mi madre llego cansadísima y solo se fue a dormir, cómo era viernes me dejaba ver la TV hasta muy noche solo si la escuchaba bajito, me senté en el sillón y mi madre ya dormía volteada sentido contrario a mi, yo le cambie a un programa erótico que pasaban después de media noche llamado las gatitas de porcel, un programa de Sudamérica pero que salían puras mujeres vestidas eróticamente y muy putas, yo vi a mi madre que estaba volteada durmiendo, y me anime a bajarme el pantalón y masturbarme frente a ese programa, pero cada vez que se movía mi madre rápido me subía los calzones asustado de que me vaya a cachar, pero solo se movía para acomodarse o buscar otra posición para dormir, entonces como si llegaba muy cansada veía que en cualquier posición estaba verdaderamente desmayada de sueño; así todos los fines de semana que me dejaba ver TV era lo mismo, ya hasta tenia mas confianza y aunque estaba durmiendo volteada a mi, ya me valía y me masturbaba confiado de que estaba desmayada de cansancio.
Una de esas noches estaba bien entrado y confiado en mi chaqueta, ya estaba a punto de echar mi semen cuando volteé a ver a mi madre y vi que estaba viéndome y no me decía nada, yo ya no podía parar en eso por subconsciente tenia que acabar esa masturbación pasara lo que pasara y me vine echando a volar mis mocos, asustado ya después y razonando que mi madre me veía me quise meter el pene rápido a la ropa y mi madre me dijo:
- No hijo vas a manchar tu ropa interior y luego queda amarillo, límpiate con el papel de aquí.
Y me paso un rollo que tenia en su cabecera, yo no quería pero como era enérgica me insistió un tanto enojada
- Que te limpies cabrón tú como no lavas, y me tiras eso en la taza del baño.
No tuve de otra que volteado de espalda sacarme el pene y limpiarme los mocos chorreantes, no se, me masturbaba seguido y siempre parecía vaca en mis eyaculaciones, mi madre me empezó a decir:
- Bien limpio he? y mañana te bañas temprano si no vas a oler apestoso.
Yo le dije:
- Aay mama es la primera vez que lo hago.
- Pinche mentiroso, si siempre andas de chaquetero, si ya vi tus revistas que tienes escondidas, un día te las voy a quemar.
Mi madre me conocía muy bien!
- Y ya vente a dormir pero te haces para haya no me vayas a pegar tu cochinada.
Ni modo me cacho y tenia que obedecer. Al día siguiente me llevo a comprar un catre y colchón individual para instalarlo al lado de la cama y durmiera separado. Casi ni podía ver a mi madre de la pena, pero ella con toda naturalidad me leía la mente y me decía que a esa edad era natural que me masturbara pero que no lo hiciera diario y que cuando lo hiciera me aseara para que no huela a prostíbulo, me dio confianza sus palabras y me tranquilizo, ya que no quería verme apendejado. Ya en las noches se volteaba para quitarse el brasier y ya se cubría los calzones cuando se cambiaba a pijama. Un día estaba nervioso porque en la escuela tenia exámenes toda la semana de todas las materias y tenia que hacer trabajos para entregar esa semana, hasta estaba de mal humor por el estrés de eso, mi madre me veía y no escondía mi mal humor ya que hasta tenia que estudiar hasta muy noche, hasta las chaquetas se me habían olvidado esa semana, me acosté una tarde rendido y estresado por eso, y ¿como me vería mi madre?
- Hijo ven a comer ni siquiera haz comido bien.
- No mama, estoy cansado.
- Estas muy tenso, ¿por que no te haces una de esas que haces con tu pene? a ver si así te tranquilizas.
- Hay mama, no puedo ahorita además estoy cansado hasta de ir al baño. (Ya que me decía que me las hiciera en el baño desde que me cacho),
Entonces ella me dijo:
- Pues aquí en tu cama, nada mas no ensucies las cobijas, ten te limpias con esta franela.
Me aventó un trapo rojo, yo sin ganas me empecé a animar, y le dije:
- ¿No te vas a salir en lo que acabo?.
- Ay hijo como si no conociera tu pene desde bebe, además ahora se parece al de tu padre.
No me quedo de otra y me baje el pantalón y calzón, ya en confianza según de mi madre; pero no podía agarrar una erección, tal vez porque mi madre estaba ahí o el mismo estrés, mi madre vio mi pene flácido y me dijo:
- ¿Que, ahora no quiere?.
- No mama, hasta esto esta cansado,
- Mmm, ¿te acuerdas cuando nos bañabamos?, ahí si se te paraba cabrón, y a veces en las noches cuando dormíamos, tu dormido se te paraba en las noches y me tenia que quitar de ti.
Yo solo la escuchaba y como que se me empezaba a despertar el asunto, mi madre vio el efecto y dijo:
- Te voy a ayudar, pero no me vayas a tocar ¿ok?
- Va pues ma.
Entonces empezó a quitarse la blusa y se saco las tetas enseñándomelas, hacia casi un año que ya no me las enseñaba y ahora las veía estupendas, sus pezones hasta estaban erectos, se las empezó a agarrar muy sensual sin caer en lo vulgar, y yo solo la veía mientras me crecía mi pene, me pregunto:
- ¿Mas?
- Si mama.
Entonces ahí se bajo el pantalón con pantaletas y por primera vez en mi vida me enseño su vagina abierta cubierta de pelos, se abrió de piernas y me dejo verla, estaba roja y excitada, ella también se empezó a manosear y veía que ponía una cara que no conocía de ella
- A ver quien acaba primero hijo.
Yo ya ni oía bien lo que decía estaba a mil, porque era la primera vagina que veía de a de veras y me estaba chaqueteando viéndola, por supuesto yo le gane, mi eyaculación salió con tal fuerza que brinco como un metro y cayo justo en las cobijas, no importaba, ese orgasmo que me ayudo a tener mi madre era fantástico. Vi que mi madre estaba ocupada en su masturbación también y con los ojos cerrados, rápido limpié mis mocos de las cobijas antes de que se diera cuenta, mientras veía que se metía los dedos en su panocha esa de donde yo había salido un día, se retorció y gimió y por fin regreso de su gozo individual. Se veía chapeada y como muy hermosa, me vio y solo me sonrió,
- ¿Tu también lo haces? le pregunte,
- Si hijo, a poco tu solo te estresas en la escuela, mi trabajo también es estresante.
Me contesto.
- Ahora déjate de porquerías, lávate y a estudiar.

Así corto eso y vistiéndose se ponía a hacer el quehacer del hogar. Desde ese día vi fantástica a mi madre ya que compartíamos algo muy en común y ese era nuestro secreto. Me dejaba masturbar cuando lo necesitaba solo que no manchara algo, sino se encabronaba, a veces me llevaba condones que pedía cuando iba al seguro social y me decía como me los ponga para cuando tuviera novia y no la vaya a embarazar, ya me hablaba con confianza de el sexo y de como ella le gustaba como se lo hiciera mi padre antes de que nos dejara, ahí me dijo que desde entonces ni siquiera se había masturbado hasta que me cacho y entonces se le antojo a ella también, entonces ahora se desahogaba cuando llegaba de la chamba y dormía tranquila, eso fue hasta que cumplí los 16 años y estaba en la prepa, entonces me dijo que me consiguiera una novia y me desahogara con ella. Ahí también le obedecí además si había candidatas y conseguí una chica que nos entendimos y teníamos sexo, con protección como mi madre siempre me decía, deje de masturbarme con ella, pero fue la adolescencia mas afortunada que tuve, con mi madre, mi madre comprensiva.

Mi inolvidable primera masturbación

Actualmente ya soy adulto, con una vida sexual placentera, pero no siempre fue así, por lo que hoy quiero contarles como fue mi primera vez, pero no con una mujer sino mi descubrimiento al sexo y a los placeres sexuales. Me inscribieron en una escuela primaria adaptada en un viejo cuartel militar a las orillas de la ciudad y cuya característica principal era que asistían a ella adolescentes de hasta 15 o 16 años. Yo provenía de una escuelita particular y me llamaba la atención que la mayoría de mis compañeros fueran mayores que el promedio de los que cursan el sexto año. Recuerdo que mis compañeros mayores solían reunirse en un salón de clase desocupado cuando no estaba el maestro o estaba en junta, y gustaban de mostrar sus vergas y acariciarlas hasta que alcanzaban toda su extensión. Jugaban a apostar quien eyacularía más lejos o quien lo haría de forma más abundante. Justo es decir que después de la breve fricción de sus miembros, al final a todos les corrían ríos de leche que estrellaban contra las bancas o la pared (yo nunca había visto eyacular a nadie) y no puedo negar que me excitaba verlos explotar de esa manera y por supuesto que yo también tenía erecciones, pero cómo atreverme a sacar mi verguita ante esos tremendos ejemplares, tan distantes de mi aún poco desarrollada verguita. Desde que los observé por primera vez, aunque no fuera la única me calentaba enormemente recordar como hacían crecer sus vergas, con sus capullos rojos y a punto de estallar. Yo miraba mi pene y soñaba con verlo en todo su esplendor y explotando como ellos lo hacían. A partir de entonces comencé a pensar mucha más obsesivamente en el sexo y en masturbarme tempranamente. Me miraba mi pene todo los días y me hubiera gustado apresurar su crecimiento y asemejarme a esas enormes vergas que había yo visto, pues aunque siempre la he tenido gruesa, en ese momento no podía yo competir con ninguno de ellos. Desde aquellos momentos en los que los ví como se masturbaban, me obsesioné con hacérmela y ver correr los chorros de leche por mi pene, cosa que no podía ser en ese momento porque hasta mi prepucio permanecía pegado al glande, lo cual se traducía en dolor cuando se ponía erecto.

Ya para ese entonces mi verga permanecía empalmada en todo momento, cuando jugaba fútbol, cuando me bañaba, antes de dormirme. Y cuando esto sucedía, imitando a mis compañeros me la frotaba sin tanto vigor, pero cada vez más rápidamente obtenía respuesta. Aprendí a detenerme cuando sentí que venía la eyaculación inminente, acariciándolo con suavidad una y otra vez. Sin embargo, a pesar de sucesivos intentos no sabía hasta donde debía llegar o como realmente era un orgasmo o una eyaculación. Y es que cuando me frotaba la verga, sin terminar, me escurrían, ya no unas gotas de un líquido transparente, sino unos verdaderos chorros propiamente, o dicho de otra manera andaba yo babeando todo el tiempo y almidonando mis calzones o las sábanas. Un día que me estaba bañando, y acariciándome bien rico, sentí una sensación diferente, como una electricidad suave que me corría, ya no en el pene sino en mis piernas, espalda y un adormecimiento combinado con pequeños escalofríos en todo el cuerpo. Además mientras más me acariciaba subiendo y bajando el prepucio dicha sensación iba subiendo de tono, hasta volverse casi insoportable, como si fuera yo a estallar. Cómo yo no sabía que iba a pasar, sentí miedo y me acordé de la catequista que decía que esos tocamientos lo podían a uno volver loco, por lo que no me atreví a terminar. Para entonces el sexo y la excitación invadían mi vida y mis momentos libres. Recuerdo que un día regresando de jugar en el parque, el simple roce del pantalón al caminar me produjeron un cosquilleo bien cachondo similar al de la ocasión en que me masturbaba, la cual mientras más rozaban mis genitales al caminar, incrementaba esa sensación que se distribuía en todo mi cuerpo y que sin duda era el anuncio de la inminente eyaculación. Me excitaba a todas horas, en la escuela, en la calle, en mi casa. Mis vecinas que antes no me llamaban la atención ahora me hacían permanecer tras la ventana lo cual al excitarme me remitía invariablemente a acariciar mi verga y a sentir esos toquecitos eléctricos y sensaciones bien lindas. Una de mis tías que vivía cerca de mi casa y cuyo hijo iba en el mismo grupo en la escuela, poseedora de unas piernas lindas y bien torneadas, solía caminar rumbo a la tienda que estaba enfrente y yo la desnudaba con mi vista y casi imaginaba sus hermosas piernas y su trasero no menos bello, descansar sobre mi pene ansioso de penetrarla. También había una vecina que acostumbraba visitar a su abuelita durante las vacaciones, solía caminar “partiendo plaza”, con un vestido corto y ligero que se adhería a su cuerpo y que dejaba ver una figura esbelta y bien cachonda, me provocaba erecciones fuertes y ya la imaginaba yo dibujándola con mis dedos por debajo del vestido y penetrándola toda, no sin antes darle una buena cachondeada. Por supuesto todas esas tentaciones me hacían terminar finalmente en una rica masturbada. Ya para entonces el problema de la fimosis (prepucio pegado a la cabeza) ya se había resuelto cuando un buen día lo despegué por mi cuenta, provocándome un intenso dolor y un pequeño sangrado, por lo tanto continué con mi intento de terminar de masturbarme, pero la sensación era tan intensa que sentía que no iba a poder aguantar tanto placer. Comencé por coleccionar periódicos y revistas con mujeres semidesnudas o en bikini que me excitaban terriblemente y un poco después compré de segunda mano revistas como “caballero”, “yo” y el mismo Playboy cuyas modelos comenzaron a ser la promesa de sendas masturbaciones. Las cuales imaginaba yo disparando chorros de leche sobre sus tetas enormes o sobre cuerpos perfectos. Por fin un día por la noche cuando me bañaba, teniendo a mi lado recortes de revistas de mujeres impresionantemente bellas que me calentaban a mil, comencé a enjabonarme subiendo y bajando el prepucio como otras veces, pero esta vez, ya no fue posible aguantarme y en una de esas frotadas sobre mi pene, sentí como si ascendiera al cielo, como que flotaba y al mismo tiempo que se me erizaba la piel de mi espalda y brazos, acompañado de un leve escalofrío en mis glúteos. Además en ligero temblor en todo el cuerpo y una sensación indescriptible, mitad cosquilleo y mitad adormecimiento que fue creciendo lentamente hasta explotar en una sensación nunca antes sentida de placer en mi pene que provocó la salida retenida de chorros de un líquido gris blanquecino, con pequeños grumos gelatinosos que seguramente no han de haber sido semen porque a los diez u once años aún creo que se produzcan, pero igualmente inundaron la tina, confundidos con mi inocencia perdida. Con esa explosión me sobrevino una liberación y una calma que hizo que todo se pusiera en paz, aunque no por mucho tiempo porque al día siguiente lo volví a hacer y de ahí en adelante. Desde entonces me volví un chaquetero (así decimos en mi país) adicto. Me hacía chaquetas todos los días y a toda hora. Sólo buscaba un pretexto para estar sólo y ya sea en el baño o en mi cama me la hacía una tras otra (a veces tres seguidas eyaculando sin parar) y aún así no me sentía satisfecho). Me las hice con un bistec, con un plátano perforado, y con todas las formas posibles. En una ocasión hubo un incendio en la madrugada y todos los vecinos y la familia despertaron y yo medio somnoliento ví entre la penumbra el cuerpo de mi hermana que había salido de su cuarto espantada. Justo es decir que poseía unas piernas muy hermosas y bien torneadas, una cintura esbelta y unas nalguitas de concurso bien redondeaditas, yo nunca la había visto desnuda pero sabía que se había puesto muy atractiva y en esta ocasión estaba ante mi sin más ropa que un fondo que translucía por su transparencia una diminuta pantaleta que la hacía ver muy hermosa, lo cual me excitó mucho, por lo que sólo esperé a que cesara el barullo para masturbarme un par de veces en su honor. Desde entonces mi adicción por la paja nunca terminó aún después de tener sexo con mujeres, con las cuales también era yo insaciable.

Una exquisita sorpresa

Hace poco más de dos semanas me encontraba solo en casa, eran alrededor de las 4 de la tarde y había calor, obvio me entraron esas ganas de darme una buena jalada, me fui a mi cuarto y me desnudé y tome un poco de aceite para bebe del cuarto de mis padres. Solo hubo un detalle que omití, por lo caliente que andaba al momento de irme desnudando camino a mi cuarto, olvide cerrar la pequeña puerta del patio trasero donde estaba mi perrita, una pequeña chihuahua, llegué a mi cama, me tumbé boca arriba y comencé a jalarme la verga, la masturbada no pintaba a más que un simple desahogo de calentura, así que duré jalándomela alrededor de unos 10 minutos, al momento de casi correrme comencé con unos cuantos gemidos así que en la posición en la que estaba doble mis rodillas, levantando mi cadera un poco haciendo un poco de flexión con mis piernas, la cosa ya estaba a nada de explotar pues mis jaladas ya eran violentas cuando de pronto... sentí algo húmedo refrescando mis huevos, esa intromisión más que sorpresiva fue placentera, moví un poco las piernas para ver de qué se trataba y vi a mi perrita lamiendo (creo por curiosidad mis huevos), esas lamidas aunque pequeñas eran deliciosas, la dejé seguir con lo suyo, tomé una almohada para ponerla en mi espalda para estar más cómodo, mientras la hembra seguía con su trabajo, de primero solo lamía mis huevos, de a poco le fui acercando mi verga y al primer lengüetazo que recibió la cabeza de mi pene me sacó un suspiro, que pronto casi se convertirían en gemidos de placer pues al parecer a la perrita le gustaba el sabor de mi chorizo ya que siguió con las lamidas durante un buen tiempo, expandiendo su lengua por todo mi tronco. Lo más rico era cuando su leguita se concentraba abajito de la cabeza de mi verga, esas lamidas eran la gloria para mí, de no ser por la almohada bajo mi cadera yo ya habría flaqueado minutos antes, de pronto la desgraciada mordió los huevos y no crean que el gemido que solté fue de dolor, eso en verdad me hizo gritar de placer... luego bajo un poco más y de pronto su lengua le daba unas cuantas lamidas tímidas a mi ano y era riquísimo! Francamente cada lamida que me daba era la gloria para mí... y de vez en cuando mordía mis huevos y ese dolor me hacía gemir! Llegué al punto otra vez de morder la sabana de mi cama para apaciguar los gemidos, los bramidos y los gritos de placer que mi perrita me arrancaba, sinceramente perdí la noción del tiempo (al final me di cuenta que fue poco más de media hora lo que duro ese bestial oral) hasta que mi verga se convirtió en una fuente de semen ya que cuando me llego el orgasmo, aparte de soltar gritos de placer también solté increíbles chorros de esperma que salían a presión de mi pene... justo cuando pensaba que eso había terminado, mi perra comenzó a limpiarme las manchas de semen de mi verga y aparte darle otra repasada a la cabeza de mi verga hasta dejarla completamente seca... al terminar su labor sin más ni más se fue dejándome tirado en la cama con las piernas temblando y honestamente en el paraíso al haber deslechado tan rico.